Las Hierbas Salvajes

Categoría: Críticas
Fecha de publicación: julio 28, 2010
Comentario

A Marguerite Muir, dentista y piloto, le roban la cartera y su contenido es abandonado en un estacionamiento. Un hombre solitario de pasado turbio, Georges Palet, encuentra las pertenencias. A partir de ese momento, ellos van a establecer una relación sentimental bastante extravagante.

Carl Theodor Dreyer, allá por los ’40, decidía intitular uno de sus memorables films con el enigmático título “Dos seres”. En su simplicidad, ya era una anticipación de que, entre dos personajes protagónicos, se hubiera analizado una relación terriblemente extraña y turbia. Lo mismo podríamos decir aquí de este film, y no porque su título real no le sea fiel (de hecho, el paralelismo con lo salvaje entra todo), sino que es lo primero que se nos ocurre durante la visión. Dos seres: Georges Palet, cincuentón solitario de pasado confuso, comienza a obsesionarse con una desconocida, encontrando tirada la billetera que le robaron a ésta al salir de una zapatería. Georges descubre su nombre: Marguerite Muir, e imagina su profesión: una aviadora profesional. En realidad se tratará de una excéntrica y emancipada pelirroja de cabello electrizado, dentista y con aspiraciones de vuelo, con la que éste, a pesar de tener una bellísima, joven y afectuosa mujer, buscará comenzar una improbable aventura. 

Último film (en la espera de otros nuevos, se lo deseamos de corazón) del gran Alain Resnais, símbolo de la Rive Gauche y patriarca del cine moderno, 88 años y todavía mucho por decir. Luego de su afortunado “Corazones”, estrenado hace unos años en el BAFICI y calurosamente aplaudido por el público argentino, por primera vez aquí pasa a adaptar libremente una novela: “L’incident”, de Christian Gailly, escritor parisino que al enterarse que su obra iba a pasar al celuloide le dijo sencillamente “hacé lo que quieras”. Y es lo que Alain hizo, como no podía ser de otro modo.
 
Empecemos con decir que este film vuelve a demostrar que la calificación de gran experimentador en Resnais no era en absoluto arbitraria. A partir de sus auténticas obras maestras como “Hiroshima mon amour” o L’Année dernière à Marienbad”, ya se puede entender como este réalisateur intentó desde un comienzo trastornar de raíz cualquier esquema narrativo convencional o en auge, prefiriendo dar libertad a la materialidad cinematográfica como plano en-sí más allá de las dependencias narrativas de la linealidad, lo verosímil y el “respeto” espaciotemporal. En este caso, “Hierbas salvajes” es un film compuesto por una candidez narrativa que juega con sí misma y su condición de constructo cinematográfico. Entre oleadas irracionales e inspiraciones extravagantes del director, nos obliga a aceptar enseguida el juego propuesto, que por una parte resulta de un onirismo farsesco y lúcido (absolutamente admirable) y por otra inconstante y molesto en la ondulación de su aparato narrativo: demasiadas piruetas, cabriolas y fantasías que terminan por oxidar la puesta en escena y la consecución dramática. Un film que da vueltas como una avioneta, y que nadie se espere claridad o transparencia porque no la va a tener: Resnais deambula en un sueño diurno, entre obsesiones de sus protagonistas, con carreteras perdidas y reencontradas, duetos telefónicos, realidades binarias y personajes secundarios que van tomando fuerza.
 
Y si es loable la deconstrucción de una obra a partir del guión mismo, entre ramificaciones que no se siguen y conjunciones narrativas desquiciadas, termina siendo un film que nunca logra apasionar, en su constante resquebrajamiento de la forma. Nos queda un bizarro cuento de amor, irónicamente inquietante, que se toma poco en serio a partir de sus guiños estilísticos, sobreimpresiones, la voiceover del narrador y voces en off iniciales, hasta llegar al estrepitoso y burlón final. Corrijo: de finales se pueden encontrar más de uno (algunos socarrones y chispeantes, otros con pretensiones levemente más serias).
 
Sublime la fotografía y el manejo de cámara, e inolvidable la escena del primer encuentro de la pareja a la salida del cine, entre luces de neón y ambulancias en plena noche. Nos queda una sola duda: cuando nos convertiremos en gatos ¿Podremos comer nosotros también cereales para gato?
 
Lorenzo Barone
 




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CHACHI dice:

Lorenzo, coincido en lo onírico de esta “obsesión a la francesa” que presenta un mundo totalmente irreal, pero absolutamente pasional e instintivo, que descoloca al espectador en todo sentido. El final, confirmará lo anterior

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