Bafici: Essential Killing

Categoría: Críticas
Fecha de publicación: abril 22, 2011
Comentario

La acción comienza en las montañas afganas, donde un guerrillero talibán es capturado por fuerzas occidentales. Torturado por los militares que lo trasladan a una de las bases de máxima seguridad en el este de Europa, el guerrillero logra escabullirse y cumplir una fuga desesperada a través de un bosque nevado.

La difícil fuga del talibán Mohammed por una gélida tundra europea, perseguido por helicópteros y pelotones de soldados norteamericanos, luego de haber sido prisionero de los mismos y haber escapado gracias a un fortuito accidente automovilístico. Pero tal vez la lucha por sobrevivir en la libertad de ese espacio glacial será aún más dura que la evasión misma.

El último film del polaco Skolimowski no excava, como podría aparentar en sus primeras secuencias, sobre conflictos políticos o guerras occidentales en el mundo árabe. Más bien, se centra en el hambre de supervivencia de un individuo catapultado en una realidad que no le pertenece, pero en la que deberá enseguida arreglárselas como mejor puede. A partir de secuencias emocionantes y atroces al mismo tiempo, que favorecen de entrada la empatía con el protagonista, se va constituyendo una trama “de hierro” que sin embargo es cuanto más minimalista se la pueda imaginar. Resulta esencial, de hecho, como el título sugiere.
 
Skolimowski sabe indudablemente como atrapar y alimentar la tensión, y a pesar de algunas escenas, no lo hace a partir de espectacularizantes efectos o grandes masas en acción. El gran punto de fuerza son aquellos momentos en los que Mohammed está mano a mano con su propio destino, sin otras intervenciones que no sean la de una naturaleza feroz y cínica, que ignora la suerte del fugitivo. Éste evidentemente ha “saltado la línea”, pasando de un inflamado desierto árabe (su hogar) a perderse en otro desierto, drásticamente opuesto al primero, que ni él ni nosotros logramos ubicar en el mapa, pero que sin lugar a dudas propone un panorama maravilloso y lleno de obstáculos y trampas.
 
La narración, sin embargo, no tendría tanta vehemencia si no fuera solidificada por la  enérgica y sufrida prueba de un irreconocible Vincent Gallo, de rostro estremecido, desprolija barba y más medioriental que nunca, capaz de cargarse el film sobre los hombros y realizar su fuga hasta los límites de lo imposible y hacia una atormentada u hostil libertad. De él desconocemos el pasado, la ideología, la verdadera identidad. Y tampoco nos preocupa tanto, a la luz de la odisea que le vemos vivir. Él es las acciones que realiza, el núcleo primordial que reactiva desde el escape, está en sus gruñidos y su agonía, pero también en su mudez, su carácter instintivo.
 
Y poco importa si en la historia brotan momentos inverosímiles, a partir del poco creíble accidente del que logra escabullirse para luego asesinar a dos energúmenos que habían quedado solos en el coche, hasta llegar al encuentro final con una Seigner decorativa, bondadosa y no ingenuamente sordomuda (es, comprenderemos, la única posibilidad de que un occidental pueda comunicar con Mohammed). El film se deja trasportar por sus silencios, sus campos largos, aterradores y aislados ruidos que acechan en el medio de la nada, loables montajes de gran rigor y feroz crudeza. Momentos que sobrevuelan al extenuante viaje y que quedan materializados de forma nítida, como el deslumbrante blanco de la temible nieve manchado de un palpable rojo sangre.
 
Lorenzo Barone




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