Bafici: La Meute
Fecha de publicación: abril 22, 2011
Comentario
Charlotte recoge en la ruta de una zona despoblada a un joven que hace dedo. Max parece ser tímido y retraído, aunque agradable, y juntos terminan tomando algo en una cafetería junto al camino. Pero Max desaparece después de ausentarse para ir al baño y nadie parece saber nada de él. Algo esconde ese lugar y sus habitantes, y pronto Charlotte se verá atrapada en un ritual de sangre y tortura.
La bella y anticonformista Charlotte vagabundea en su coche en medio de una lúgubre y desolada carretera. Para evitar lidiar con un grupo de perversos motociclistas, decide dar pasaje al turbio pero educado Max, que justo se encontraba haciendo dedo al borde del camino. Juntos deciden parar en una tétrica hostería (al estilo far west) poco lejos de allí, en la que Max aprovechará del baño. Pero el joven nunca más regresará y nadie sabrá nada de él, hasta que la ingenua Charlotte se pondrá a buscarlo por su propia cuenta.
Confuso y desmesurado pulpetón franco-belga, lleno de citas cinéfilas pero también de vueltas de tuerca que hacen agua por donde se las mire. Pensar que todo parte de un buen comienzo que hasta parece intrigante, gracias a una descolorida fotografía que bien se adecua a la interesante y tétrica elección escenográfica, y a las primeras escenas llenas de ese suspenso espontáneo, acompañadas por una siniestra y logradísima atmósfera. Pero la pasión durará poco. Comienzan a ganar, a lo largo de los minutos, las incoherencias y el desorden de una historia que se vuelve caótica y nebulosa.
A pesar de alguna atractiva escena gore (el primer asesinato y parte de las torturas hacia Charlotte) el film comienza paulatinamente a perder ritmo, credibilidad, misterio. Ya nada parece sorprender. La aparición de los injustificables monstruos (inadmisibles a nivel de relato: están ahí sólo porque el guión así lo requiere) es el mazazo final para las ambiciones de un film que queda demasiado amparado en su forma y pierde completamente de vista la propia historia, en un inconcluso y gratuito pastiche de ideas que abruma y nunca llega a ningún tipo de clausura (aún pretendiendo lograrla).
La subtrama no fue tratada en profundidad y esto se percibe a la legua: hablamos del monstruo por el monstruo mismo, que no deja lugar a la imaginación o la reconstrucción espectatorial. Pero además no hay estatuto de personajes, evolución comportamental de los mismos, que permanecen afligidamente forzados y casi descolocados. A partir del bonachón Max, que en la hostería parece convertirse en maligno autómata comandado por su madre y que luego pasará al otro bando sin preaviso. Pero también los personajes de la madre/dueña de la hostería (y lo que realiza afuera) y el improbable detective canoso: ambos quedan oscuros e improductivos a la luz de una esquizofrenia general.
Como si no bastara, podemos encontrar una enorme cantidad de clichés del cine de terror para este poco original film, que se sirve de los típicos recursos (celular que suena en el peor momento, malvados que parecen derrotados pero que no están muertos) hasta llegar a ideas poco originales como esas criaturas subterráneas, de gruñidos incomprensibles y poco agraciadas, que devoran cuerpos humanos de los que en primer lugar apetecen la sangre.
A pesar de todo, un buen cast. Atractiva la Émilie Dequenne, que ya había sido Rosetta en el homónimo film de los Dardenne. Fuera de lugar Yolande Moreau (que hacía de humilde camarera en “Séraphine”, así como la mujer de Depardieu en “Mammouth”). Realmente infrecuente que un film así haya podido quedar en la competencia oficial de Cannes. Se cierra con dos finales: el primero (que al final será sólo un sueño) podría mejorar notablemente el film; el segundo termina de hundirlo por completo.
Lorenzo Barone
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