El Muerto y Ser Feliz

Fecha de publicación: noviembre 18, 2012
Comentario

ARRANCA NUESTRO ESPECIAL SOBRE EL 27º FESTIVAL DE CINE DE MAR DEL PLATA. CEREMONIA DE APERTURA: Un asesino a sueldo español se da cuenta de que está a punto de morir y se escapa al norte atravesando todo el país. Huye por carreteras secundarias con una mujer que ha encontrado en la carretera…

Por nuestro enviado_______________________
Arrancó, cada vez con menos renombre pero con la fascinación intacta del certamen cinematográfico de “Clase A”, la 27º edición del Festival de Cine de Mar del Plata. Asistimos invitados a su ceremonia de apertura. Cocktails, algunos encuentros, muchas cámaras, aunque se respire la ausencia de las estrellas de una época. La grandeza del Auditorium sigue siendo un marco perfecto: no hay en Argentina instalación mejor que esta sala, por capacidad e importancia histórica, para una main venue de este calibre.
La noche comenzó con el debido y emotivo saludo al recientemente fallecido Leonardo Favio, director-símbolo de la cinematografía local. La conductora Gabriela Radice introdujo el cortometraje “Favio, memoria, poesía, pasión”. Aplausos, algunos muy conmovidos, el presidente José Martínez Suárez dio el puntapié inicial y se presentó al tríptico del jurado: el niño mimado Bertrand Bonello, la actriz y bailarina cubana Eslinda Nuñez, el excéntrico director de fotografía herzogiano Thomas Mauch (ausencias momentáneas las del director húngaro Peter Medak y la argentina Lita Stantic).
Pero pasemos al film en cuestión, porque después de un largo y simpático prólogo de su director, llegado a la sala a tiempo límite, la película de apertura del festival fue justamente la coproducción española-argentino-francesa “El muerto y ser feliz”. Seremos sintéticos. Se trata de una road movie centrada en la figura de Santos (Sacristán), ex killer a sueldo, ahora enfermo terminal de cáncer y encerrado en un hospital porteño. Al darse cuenta de su inminente final, decide fugarse con su auto hacia el norte argentino. Huye con la plata de un último y turbio trabajo que no realizará nunca, y con una misteriosa mujer casualmente encontrada en una estación de servicio.
No importa dónde, sino el hecho que se esté viajando. Interesante el juego de las velocidades de movimiento (Santos no puede quedarse quieto y, de hacerlo, empieza a recordar su pasado). Sin embargo, no parecen bien logradas las relaciones entre los personajes: cándidas, ligeras pero efectivamente planimétricas, basadas únicamente en el hallazgo de buenos diálogos. No hay más profundidad de la que dura en el tiempo de la escena, no hay excavación en las subjetividades que circundan al mundo: tan sólo se habla del protagonista.
En este sentido, el buen Sacristán (ganador al premio mejor actor en San Sebastián) se carga en las espaldas prácticamente toda la película y es casi desperdiciado en un rol así y todo atractivo y lleno de matices. No termina de convencer el resto circundante: personajes secundarios decorativos, la mirada sobre Argentina que sabe mucho de turismo espontáneo, el juego de varias capas y ramificaciones que no llevan a una conclusión interpretativa y hacen que el film gire en falso, como el fiel coche de Santos.
Pero lo que genera más hastío es la omnipresente voiceover, gradualmente inoportuna: demasiado entrometida, termina por estorbar y obstaculizar el flujo de imágenes. A pesar de todo, una buena confección. Pero el festival merecía otro estreno.
Lorenzo Barone




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