Night of Silence

Fecha de publicación: noviembre 18, 2012
Comentario

27º FESTIVAL DE CINE DE MAR DEL PLATA. Una chica, unida en matrimonio arreglado con un ex presidiario, dilata a lo largo de una noche su inexorable destino. Un documento sobre la situación de la mujer en la Turquía profunda.

Por nuestro enviado_______________________
Estamos frente al primer film (en orden cronológico de programación, claro) que, opinión personal, está efectivamente en grado de competir por el Ástor de Oro, mayor premio que otorga este festival, reformulación del viejo y extrañado “Ombú”.
Estrenado en el festival de Berlín, “Night of Silence” (o Lal Gece en original) es un film elegante, sobrio, minimalista en su espacio y concreto al desarrollar el problema de partida que pretende mostrar. En alguna pequeña aldea que podría estar en cualquier rincón de la Turquía conservadora, un hombre mayor ex presidiario se arregla en matrimonio con una nena de trece años. El pueblo festeja, se le dan a la niña todas las recomendaciones del caso, insertadas en la norma machista de la dependencia y sumisión femenina. En tiempo real, pasamos a observar (voyeurs privilegiados) lo que ocurre entre ambos una vez finalizada la fiesta, en la habitación donde debería consumarse lo inevitable.
La trama está toda acá, y sin embargo son muchas las lecturas posibles, en un relato prolífico, a partir del profundo reflejo de una tradición y cultura opuestas a la personalidad de ambos protagonistas. La nena y el mayor. Las lágrimas que caen sobre las manos pálidas, temblorosas. Nena llena de joyas y prendas lujosas, pero que tiene miedo, permanece inmóvil al borde de una cama que, ella sabe, podría ser teatro de lo que más teme. Y el hombre que la tranquiliza, que se muestra humano, que sin embargo la regaña. Él no la desea, como podría sospecharse en un primer momento: tan sólo desea cumplir con su rol, en un mundo en el que todos los observan y juzgan. Los dos protagonistas, entonces, logran una penetrante conexión a partir de la condición de víctimas, ambos, mártires del deseo social o de aquello que la sociedad quiere y pretende de ellos.
En este sentido la oposición inicial (hecha de primeros planos, de rostros cándidos y sutilmente maquillados como el de ella; de verrugas y rugosidades el de él, hombre rudo y sin embargo frágil, en el fondo tierno), construida casi en montaje continuo a lo largo de una noche, coinciden en la vergüenza que sienten por la tradición compartida. Ambos ajenos a su propio mundo, del que mantienen relatos, costumbres, el lugar central de la religión; pero del que ya no comprenden las imposiciones.
A pesar de alguna comprensible caída de ritmo, es un film conmovedor, agudo y con un final abierto (aunque no demasiado, si leemos bien las “pistas” dejadas a lo largo del film), con una agradable influencia de las peripecias de Scheherazade.
Lorenzo Barone




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