The Land of Hope

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Fecha de publicación: diciembre 5, 2012
Comentario

27º FESTIVAL DE CINE DE MAR DEL PLATA (FUERA DE COMPETENCIA). En un típico pueblo japonés, Yoichi Ono vive con su esposa y sus padres, una vida sencilla pero feliz, en un entorno de granjeros y agricultores. Un día, uno de los peores terremotos de la historia provoca que una estación nuclear cercana esté a punto de estallar.

Por nuestra enviada_______________________
Hay un terremoto. Una explosión en una planta nuclear. La escuchamos a la distancia. La vemos a través de una pantalla de televisión. Allí, también desfilan caras de periodistas japoneses sonrientes, que invitan a los habitantes a reírse, a olvidarse de la catástrofe.  Frente a la pantalla, el granjero Yoichi Ono come todos los días junto a su esposa Mishima, una mujer inmersa en tareas de jardinería y enferma de Alzheimer, arduo papel encarnado sin problemas por Naoko Ohtani. Mishima sonríe, recuerda su compromiso con Yoichi, ajena a lo que sucede, envuelta en la inocencia que le depara su enfermedad. Tiñe de un aire risueño e infantil, un clima post apocalíptico. Anula las partículas radioactivas. Ahí sí, uno se olvida, por algunos momentos, de la catástrofe.
Ancianos, los dos son los últimos habitantes que quedaron de un pueblo rural cercano a la planta. Sion Sono, director y poeta japonés en auge incesante, ubica la historia en un futuro cercano e imagina un pueblo ficticio para la explosión: transcurre el año 2013 en el pueblo de Nagashima. Mishima, al mismo tiempo, también habita un pueblo ficticio, una mente sumida en una enfermadad donde las nociones de tiempo y espacio no siguen una coherencia. Cada vez que ve la explosión en pantalla, se conmueve, como si fuera la primera vez que lo viese. Mientras tanto, los habitantes del pueblo rural, recuerdan lo sucedido hace dos años durante el tsunami y el accidente nuclear en Fukushima.  El film retrata el clima post- Fukushima a través de un mecanismo narrativo ficticio.
El resto de los pobladores ya fueron desalojados por las autoridades del gobierno: protegidos con trajes NBQ, cual astronautas, y en medio de declaraciones fabricadas, construyeron un cerco de estacas que señalaba el radio de 20 kilómetros alrededor de la central. Marca absurda que divide la zona de riesgo: ni bien cruzas la marca de los 20 kilómetros ya no estás más en peligro! Y al mismo tiempo, divide las historias. A partir de acá la cinta adquiere un registro coral. Aquí se abren las tres microhistorias que componen el relato: una pareja joven que es evacuada del pueblo por las autoridades; Yoichi Ono que elige quedarse cuidando de su mujer; y su hijo, a quien obliga a abandonar el hogar junto a su esposa.
La casa de Yoichi Ono se encuentra justo unos metros por fuera del perímetro. Su hijo se resiste a abandonarla. Yoichi Ono insiste. Finalmente se va junto a esposa a otra localidad, donde ella descubre pocos días más tarde que espera un hijo. Al principio: explosión de alegría. Explosión sana. Pero esta alegría no tarda en transformarse en una fobia. Atormentada, se arma un kit de defensa. Guía para la supervivencia: se viste con un traje NBQ, se compra un medidor de radioactividad; en su casa tapa los bordes de la ventana con cinta adhesiva, y ubica el colchón donde duerme dentro de un perímetro cuadrado construido con papel de burbujas. Destellos de humor, y de ironía, logrados sutilmente por el film. Divertido. Y al mismo tiempo terrorífico.
Por otro lado, una chica acompañada de su novio vuelve a su pueblo natal afectado por la catástrofe: quiere saber qué sobrevivió de él. La pareja de enamorados se sube a una moto, y atraviesa paisajes devastados, para llegar a otro más devastado aún.  Una vez allí, caminan un desierto de nieve, lo recorren de lado a lado, lo escriben, lo “huellan”, lo bailan. “Un paso, otro paso” repiten cantando, mientras avanzan de la mano y se cruzan con un niño de aparición casi fantasmal.
Alejada por cientos de de kilómetros, Mishima también baila en medio de un desierto de nieve. Vestida con un kimono floreado, cruza el perímetro de peligro y deambula por un pueblo destruido, creyendo participar del festival de las almas. Salta. Mueve sus manos. Canta. Se cruza con vacas a las que les pregunta: “¿están perdidas?”. Ella es un alma perdida. Yoichi Ono logra encontrarla, baila con ella.  Romance en los escombros. Las danzas de la catástrofe.
Si bien Sion Sono elige un mecanimsmo ficticio, el género documental también atraviesa el film, sobre todo si tenemos en cuenta que muchos de los escenarios de la película pertenecen realmente a los paisajes devastados de Fukushima y su región. El director revela en algunas entrevistas que, para la realización de la película, pasó seis meses en Fukushima y en contacto con habitantes de la región.
(sigue nuestra crítica abajo)

Relatada a modo de retrato generacional: los ancianos, los adultos y los jóvenes, el film narra la manera en qué cada uno de estos personajes atraviesa las consecuencias de la catástrofe. Dónde el terremoto es centro para críticas e ironías sobre la burocracia y los ocultamientos del gobierno pero también, un marco para explorar cómo se expresa el amor frente al desastre. Aunque por momentos, estas “expresiones de amor” pecan de excesos melodramáticos, como por ejemplo la muerte “épica” de los ancianos hacia el final del film. Innecesario, exacerbado.
También afloran grietas, descubriéndose una necesidad por querer abarcar demasiado: el amor, el hogar, el arraigo, la separación, la desolación, la tristeza, la enfermedad, la muerte, la esperanza. Todo esto sin mencionar la catástrofe. Si ya partimos del hecho de que una catástrofe en sí es compleja de abarcar, esto nos remite a una pregunta que probablemente el mismo director asiático se hizo: ¿cómo contar una catástrofe?

Carolina Romano





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BLANCA dice:

Muy lindo!

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ANA dice:

Me encanto! que ganas de verla!

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