Historia de una ninfómana contada por ella misma. Una fría noche invernal, un viejo solterón encuentra en un callejón a una joven herida y casi inconsciente. Siente curiosidad por saber cómo pudo haber llegado esa mujer a semejante situación y escucha atentamente el relato que ella hace de su vida, llena de conflictos y turbias relaciones.
Un sigiloso movimiento de cámara nos deposita en un callejón de tintes dickensianos donde reposa un cuerpo ultrajado. El iniciático encuentro entre Joe (Charlotte Gainsbourg) y Seligman (Stellan Skarsgaard) empieza a cobrar forma. El amable anciano lleva a la mujer devastada a su hogar y le ofrece un reparador te. Luego de esto, comienza el relato dentro del relato. The Compleat Angler de Izaac Walton es la primera referencia literaria explicita del film. Este libro es un manual de precisas descripciones sobre la pesca, pero también sobre la naturaleza en general.
Von Trier, otro especialista en naturalezas, regresa a lo grande a la pantalla grande con Nymphomaniac, una película con una fina obsesión por realizar la turbulenta arqueología de una ninfómana. Es el turno de Joe. Un Lars tremendamente ecléctico, ambicioso y pedagógico, se ha nutrido en esta ocasión de diversas literaturas e imaginerías para delinear personajes y retratos psicológicos escalofriantemente precisos.
Este film funciona de forma declaradamente episódica. Se establecen constantemente asociaciones metafóricas, siendo una de las más sustanciales del film la relacionada con la búsqueda de Johann Sebastian Bach de una metodología divina para relacionar la naturaleza, las artes y la arquitectura. La polifonía y cierto misticismo numerológico metaforizan de forma singular las aventuras de esta insaciable mujer. Ella es más que alguien que no puede conseguir suficiente. Ella es, como se señala en el film, la suma de todos sus amantes.
Durante el transcurso de esta ambiciosa obra, Lars se permite humoradas varias, como el guiño al “juego de las cucharas” de Melancolía. Mejor aún, cuando durante el episodio de los “2 hombres peligrosos”, mediante una divertida emboscada al espectador, omite el brutalismo presumible para esa situación introductoria y, por el contrario, se lo reserva para el final del impredecible episodio de ”K”. Como broche de oro, entre los dos pasajes citados, Von Trier se permite una licencia de su papel de chico malo del cine. Se propone un alegato que es puesto en boca de Joe, en favor de la (verdadera) libertad de expresión, generalmente sofocada por la corrección política. Con esto, se propone dejar en ridículo los temas tabú, el enanismo discursivo y la cobardía de la burguesía que vemos a diario en los medios de comunicación y la vida cotidiana. Hay más adelante en el film un segundo alegato, en boca esta vez de Seligman, en favor de la libertad sexual vinculada a la vida de Joe. Suenan “Talking Heads” y Von Trier se transfigura en llamas. La venganza que Lars dedica a sus detractores en esta ocasión es el humor inteligente, la defensa de las libertades de los seres humanos y mucho, pero mucho coraje. Primera clase.
Haneke, Chabrol y Polanski, entre otros. El mejor cine francés (muy apreciado tanto por Lars como por el público conocedor de cine en Buenos Aires) y algo del mejor cine arte europeo en general, con sus distintos matices, aportan las coordenadas cinematográficas del océano en las que navega este crepuscular drakkar danés. Si el Vol. I está enfocado en Joe, en Nymphomaniac Vol. II también asistimos a la deconstrucción ontológica de Seligman. Cada objeto en su cuarto es interpretado posteriormente e integrado al relato. Hay algo de Greenaway en esto. Lars Von Trier y su última genialidad confirman que hoy, si era necesario para algún distraído, mucho del mejor cine independiente escandinavo está vinculado a artistas de Dinamarca, y no exclusivamente a Suecia, como fue en algún otro momento. “Los árboles son como las almas de los hombres” y al cruzarte con el que te corresponde, “lo sabrás cuando lo veas” revela el padre de Joe. Talking Heads, Rammstein, Wagner, Beethoven y el fresno, el árbol sagrado de la mitología nórdica. Por la multiplicidad de raíces que nutren a este árbol llamado Nymphomaniac, puede establecerse una conexión entre el film y el concepto de “Gesamtkunstwerk” (“Obra de arte total”) Wagneriano –que en este caso vincula música académica, literatura, pintura y una fuerte teatralidad, además de la utilización de los recursos específicamente cinematográficos. La escena de la cima y el árbol, con reminiscencias a la obra del pintor romántico Caspar Friedrich, es todo poesía.
A la vez, el más filoso y el más delicado de los directores independientes contemporáneos, Lars Von Trier lo hizo de nuevo. Tres cualidades admirables en un ser humano en general y en un artista en particular son su inteligencia, su audacia, y su Cantus Firmus, su sensibilidad. Lars entiende de esos atributos, y se deleita. Y nos deleita. Antichrist, Melancholia, Nymphomaniac. Si me preguntan, no es una seguidilla de films extraordinarios. Es más bien una fuerza de la naturaleza. Un tornado cinematográfico.
Evitando en todo momento ser tanto otra película de autor efectista y olvidable, como también la pretensión intelectual monolítica y tediosa, Nymphomaniac se constituye como una película con un fuerte rasgo ensayístico, independiente, atrapante, audaz y diferente al resto, de principio a fin. Una rebeldía fructífera, oxigenante y en ocasiones exquisita. Por momentos elegante, por momentos salvaje, siempre filoso, filosófico y rebelde. Lars es, al igual que Joe, un tigre hambriento.
Otra película imposible e irrepetible, con un final inolvidable, de Lars el terrible. Su obra es un anzuelo metafísico que no da tregua. Rapala.
Javier Campo
CARLOS dice:
Excelente reseña! Coincido plenamente con casi todo! 🙂
Felicitaciones Javi!
MATIAS dice:
Impecable reseña… Ahora a verla!
FERNANDO BORGES dice:
Muy buena critica como siempre! Genial 🙂
SIBAL dice:
Siempre se supo que esta iba a ser una película que iba a dar de que hablar, y habiendo leído esta review, ahora me encuentro con mas motivos para ver la película de los que se dejan ver a simple vista.
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