Comentario
Frankie Valli, el líder de la banda ‘Four Seasons’, cuyos éxitos más sonados fueron ‘Big Girls Don’t Cry’, ‘Grease’ o ‘Can’t take my eyes off you’, tuvo una vida muy polémica, entre otras cosas, porque mantuvo siempre una relación fluida con la mafia, hecho que acabaría por pasarle factura.
El lejano oeste ha sido cuna de incontables leyendas. Mission Ranch inn, Carmel, California. Un misterioso anfitrión toca el piano para sus invitados, en una distante y árida posada californiana.
“Jersey Boys” es el nombre del último film de Clint Eastwood, un biopic vinculado a un musical de Broadway referido a la popular banda de los sesentas, “Four Seasons”. Y es, a la vez, mucho más que solo eso. Lo que preocupa al director en esta ocasión es desentrañar el barrio ítalo norteamericano. Un grupo amateur que empieza a adquirir notoriedad, la grabación de un disco, el crimen como parte de lo cotidiano, la creciente popularidad reflejada en el público femenino y un Christopher Walken genio y figura(siempre bienvenido por quien escribe) dándole forma a uno de los jugadores recurrentes relacionados a este microcosmos: La Mafia. El clasicismo y la economía narrativa de siempre, con ciertas pinceladas del lirismo, al servicio del retrato de este barrio arquetípico. Sus personajes, sus lugares, sus anécdotas, sus miserias, sus delicadezas. Como recordó recientemente un lúcido cronista por allí a Chandler: “Ganar delicadeza sin perder fuerza, ése es el problema”.
Hablar de Clint Eastwood es hablar de un hombre- cine. Un pedazo sustancial de la historia aurea de Hollywood. Actor fundacional y fundamental del western. El director Fritz Lang dijo alguna vez que: “El western era la saga de los Nibelungos estadounidense, la epopeya norteamericana”. Figura protagónica de la trilogía sagrada dirigida por Sergio Leone y musicalizada maravillosamente por Ennio Morricone (“Por un puñado de dólares”, “La muerte tenía un precio” y “El bueno, el malo y el feo”) y autor de la incontestable ganadora del Oscar “Sin perdón” (1992), da la sensación que es casi imposible concebir al sujeto y al género por separado.
Generalmente cuestionado por ser un mujeriego incorregible, un republicano confeso y un icono cinematográfico apreciado por cierto sector conservador de la sociedad norteamericana amante de las pistolas, Clint también ha exhibido ser mucho más que solamente eso. Eastwood, a sus 84 años, ha demostrado que tiene la mente muy abierta y es un realizador audiovisual con mayúsculas. Su compromiso como artista(hasta con ciertos rasgos de humanista) se ha visto reflejado al abordar, no sin cierto coraje, el debate respecto de la eutanasia en “Million dollar Baby”, declarándose públicamente en contra de la pena de muerte (legitimada por muchos en su propio país) y hasta incursionando en territorios que nada tienen que ver con el western y su público más obtuso, como los homenajes cinematográficos al músico de jazz Charlie Parker en “Bird” o al líder sudafricano Nelson Mandela en“Invictus” (película que nos encanta y que recomendamos fervientemente).
El Eastwood de la mirada delicada, la humorada punzante y la sonrisa espontanea, el Eastwood apasionado de la música y el cine clásico norteamericano, El Eastwood curioso del fuero interno de sus personajes, su sacrificio y su búsqueda de redención, El Eastwood generoso con la historia del cine. Ese es el Eastwood que importa.
“Jersey Boys” es, en definitiva, un film entretenido, con buenas actuaciones, diálogos ingeniosos, una alta dosis de humor y un atractivo diseño de sonido. Un film que cuenta lo que se propone contar, y lo hace bien. Quizás no sea su hora más extraordinaria como director, pero claramente algunos de sus atributos, como su talento como narrador o su criterio para apreciar y narrar en relación al cine y la música, están intactos.
El lejano oeste ha sido cuna de incontables y reiteradas leyendas. Mission Ranch inn, Carmel, California. El nombre del anfitrión de esta soleada y polvorienta posada californiana era Clint. Un singular y sensible jinete, obsesionado con el relato y la melodía. La leyenda cuenta que Clint montaba su delator piano con la misma destreza con la que montaba su delator caballo. Clint solía dedicar siempre una de sus emotivas baladas, de su íntimo y lejano oeste, a los invitados. 100% Eastwood.
Javier Campo
CARLOS dice:
De lo mejor que has escrito! Felicitaciones! 🙂
SIBAL dice:
Una película ampliamente recomendable. Eastwood, como director, donde pone el ojo pone la bala. ¿Que mas le queda por hacer a este grande?
AMIN dice:
Muy bien
LEONARDO dice:
EASTWOOD. Muy bien señor Campo!
KRISTO dice:
Si viene de la mano de Eastwood uno sabe que no va a salir decepcionado del cine. Muy buena la reseña, felicitaciones.
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