Chéri

Categoría: Críticas
Fecha de publicación: julio 13, 2010
Comentario

París, principios del S. XX. Léa de Lonval es una ex cortesana que ha conseguido llevar una vida agradable. Una mañana su antigua compañera Madame Peloux le pide que intente convertir en hombre a su mimado hijo Chéri, sobre el que tiene varios proyectos en mente. Ella acepta y lo que comienza siendo un travieso cortejo, se convierte en un apasionado romance.







Paris, 1906. En plena Belle Époque, la capital se llena de cortesanas especuladoras, mujerzuelas de compañía, damas refinadas de fácil acceso o prostitutas de alta clase que buscan engatusar ministros, políticos o empresarios, así como codiciosos y ricos jóvenes. Caerá en la “trampa” también el perezoso y negligente Chéri, hijo de Madame Peloux, señora que también merodeaba los ambientes lujuriosos y que un día decide hacer reencontrar a su antigua y bellísima colega Léa de Lonval con su mimado hijo, para que lo direccione finalmente hacia el “arte del amor”. Entre ellos nacerá una relación de seis años interrumpida por la decisión de la misma madre de organizarle a Chéri un matrimonio a sorpresa con la hija de otra colega cortesana. Pero el tiempo no logrará borrar el lazo que éste había creado con Léa.

 

Ambientado en un suntuoso espacio parisino, el film es muy inglés en su tono y sus autores, y a la vez actuado por divas norteamericanas. La obra vuelve a reunir al mismo tándem de “Relaciones Peligrosas”: Stephen Frears a la cabeza y el guionista Christopher Hampton. A acompañarlos frente a la cámara, después de haberla dirigida exactamente por última vez en ese mismo film, Frears eligió servirse del encanto y la destreza de Michelle Pfeiffer para ser la heroína de su recorte de época. Más allá del atormentado y problemático amor a distancia entre el joven Chéri y una ya madura Léa, el film se nutre de largos planos de salones parisinos, ostentosas moradas con jardines internos, hoteles que albergan refinados sillones y espectaculares balcones con vista. Y en ellos, el dolor de la cortesana que cayó en el grave error, el único que no le es permitido, el de enamorarse de un “cliente” (si bien se trate de cliente a largo plazo), en un sufrimiento que no puede ser exteriorizado del todo y debe permanecer escondido detrás de la forma y las férreas reglas del rol social.

 

Acompañada por una rica voz en off del mismo Frears, muy british y por momentos bastante irónica y jocosa, la narración tiende a perderse en la segunda parte del film, se cambia de registro, dejando de lado el despreocupado y divertido sarcasmo inicial para volverse bastante más densa. Comenzamos a centrarnos en el conflicto entre ellos, olvidando esa mirada distante sobre las relaciones interpersonales de la época (condimentada por mordaces chistes) que caracterizan la primera parte del film en la que el papel del león se lo lleva la grandísima Kathy Bates, madre de Chéri en el film, que encarna una regocijada mujerona de animado pasado y que busca aparentar el rol de baronesa. La mirada sobre ese atardecer del abigarrado universo cortesano, acompañado por elegantes encuadres y caracterizada más por la descripción que por el excesivo dramatismo, pasa a abandonarse de a poco a favor de un conflicto exclusivo que sin embargo no logra conmover y tampoco excavar en las raíces de toda su compleja construcción y la añoranza de esos años de amor.

 

Refinada pero tal vez demasiado fría la actuación de Rupert Friend, ya conocido intérprete de “Orgullo y Prejuicio”, que interpreta aquí el gris y misterioso rol de Chéri, tal vez excesivamente gris y misterioso. En su melindroso nombre se encierra todo su personaje: como no podía ser de otra forma, Chéri es un rompecorazones cínico y soberbio, que sin embargo cae en la red del amor fatal con su cuarentona educadora. Excepcional, una vez más, la Pfeiffer que mantiene aún intacta su belleza y elegancia, y no niega un par de desnudos. Decepcionante e innecesario, por último, el final, que hace saltar el film de joviales burlas a disparos en la cabeza. El film se toma demasiado en serio el descomunal dramatismo del cierre y termina defraudando, dejando grandes agujeros, provenientes del cuento homónimo de Colette que aquí se adapta.

 

Lorenzo Barone

 





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BARBARA dice:

hola mama de heri
te kiero

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