La Cinta Blanca
Fecha de publicación: julio 21, 2010
Comentario
Inexplicables acontecimientos perturban la tranquila vida de un pueblo protestante en el norte de Alemania en 1913, justo antes de la Primera Guerra Mundial. Un cable que provoca una terrible caída al médico del pueblo, un granero que se quema, alguien que aparece salvajemente torturado… ¿Quién está detrás de todo esto?
En una aldea protestante de la Alemania del norte, poco antes del comienzo de la primera guerra mundial, se comienzan a verificar extraños acontecimientos de violencia y una inexplicable ola de crímenes, narrada años después por un profesor que en aquella época asistió en primera persona a la expansión de estos episodios inquietantes. Todo nace a partir de un accidente que sufre el médico del pueblo andando a caballo: lo que parecía ser una broma de mal gusto se convertirá en el primer síntoma de maldad latente de esa sociedad.
Pero el problema no es la naturaleza policial del asunto (el ¿quién fue?) sino la violencia innata en una sociedad represiva, en la que Haneke se esmera por mostrar toda la intolerancia y la raíz del mal, mostrada a través de la sugerencia y el implícito. Si bien el profesor intente investigar, y por ende se instale en el rol de observador, hay un aura de perversidad que se mantiene innombrable, que percibimos sin lograr identificarla, y que se esconde en lo profundo de las relaciones interpersonales.
Retrato glacial del núcleo familiar, ayudado por una puesta en escena que hurga en el ritual cotidiano (el cumplimiento del rol social, el mandato religioso, la férrea educación, la organización jerárquica y de poder) que esconde una corriente enfermiza y putrefacta de la relación adultos/nenes. Y entre plegarias y cintas blancas símbolo de pureza, todo desemboca en la canalización de una represión oculta: surge la pedofilia escondida, machismo desenfrenado, violencia familiar y abusos de autoridad que luego llevarán al brote de ulteriores violencias, hechas de suicidios producidos, retardados golpeados y cegados, incendios, etc.
Narrado en voice over, Haneke construye su obra con un cuidadoso rigor visual y frialdad estilística. A partir de un extraordinario blanco y negro y encuadres estáticos, se conforman escenas austeras que apuntan a remarcar un universo hipócrita y oscuro, ayudado por actores excelentes (incluso entre los mas chicos, que mantienen “rostros de otra época”). La falta total de acompañamiento musical deshumaniza las relaciones, y refuerza la brutalidad de un microcosmos en el que se salvan sólo el profesor y su tímida y joven novia. El resto son rostros duros, jüngerianos, de aquellos que no logran transmitir sentimiento alguno, duros como el acero, al igual que esa misma comunidad, en la que la búsqueda de una pureza superficial termina enraizando el odio en lo cotidiano.
Sin embargo, La Cinta Blanca es un film que deja perplejos. Haneke olvida la frescura y la provocación de sus precedentes films: acá nos encontramos con una obra morbosa, tensa, con una mirada despiadada que a veces parece forzada e impuesta. En el fondo nos decepciona, tal vez queda demasiado atascado en su formalismo minucioso y su excelente y severo empaquetamiento, no permitiéndose así despegar. Un poco snob y demasiado ambicioso, diálogos excesivamente impecables, el film tropieza en sus lujos y el objetivo de querer explicar los orígenes de la monstruosidad del nazismo a través de la educación de esos nenes maltratados con crueldad, que luego causarán los horrores del Holocausto, parece bastante pretenciosa y en todo caso nunca logra explicar completamente el fenómeno. En pocas palabras, mucho humo y poca carne en el asador. Palma de Oro en el último festival de Cannes.
Lorenzo Barone
Dejanos tu comentario