Bafici: Year Without a Summer
Fecha de publicación: abril 15, 2011
Comentario
Varias historias cruzadas. Entre las cuales, el regreso de Azam a su pueblo natal para reencontrarse con su amigo de la infancia y su pareja, con quienes compartirá experiencias pero también reconstruirá mitos, creencias y anécdotas sobre extrañas imágenes de sirenas, personas convertidas en crustáceos o amores por los que sacrificar años de vida.
En el corazón de Malasia, el joven Azam vuelve a su aldea natal para reencontrarse con el amigo de infancia Ali y su esposa Minah, tratando así de revivir los felices momentos de los recordados albores de su vida. Azam llega desde el agua. Emerge y se encamina a paso lento hacia la orilla. Enseguida reconoce y abraza a su apreciado compañero, que justo se encontraba con su mujer en la playa. En plena noche, mientras el resto del mundo duerme, los tres deciden ir a pescar y realizar un picnic nocturno en una pequeña isla de los alrededores. Entusiasmados por el mágico momento, inventan un juego: resistir más tiempo bajo el agua sin respirar, mientras los otros dos cronometran o eventualmente miran las estrellas. Minah, en su turno, logra aguantar tres minutos. Al salir ella entra Azam: se sumerge e intenta batirle la marca, pero nunca más subirá a superficie. Tal como había llegado, Azam desaparecerá por el agua. Acto seguido, a la mañana siguiente, habrá tiempo para reflejar el panorama de los pescadores y trabajadores locales, las intensas lluvias con radios locales de fondo, sin dejar de lado la encantadora figura de un chico que sueña de mudarse a la capital Kuala Lumpur, arriesgándose a fantasear un futuro mejor.
Bellísimo film malayo, segundo largometraje de la joven Tan Chui Mui (directora que sin lugar a dudas volveremos a oír) luego de múltiples cortos y el debut en 2006 con “Love Conquers All”. Pero es esta la película donde logra mostrar todo su talento y evidenciar enseguida cierta madura libertad expresiva, una de las maravillas del cine asiático contemporáneo (desde Irán hasta Corea del Sur). Chui Mui decide fijar su obra en la brecha entre un estilo estrictamente documentalístico y poético a la vez (común denominador de largas secuencias irradiadas a lo largo del film) y la entrada a un mundo mítico y quimérico, de registro solo en apariencia desligado del contexto, y centrado en la fuerza de la oralidad, radicalmente opuesta al esquematismo de la modernidad y su estructura societaria condenante (que siempre está presente pero que pasa a respirarse con mayor énfasis al final del film). Y en el fondo el emblemático título, que retoma al realmente ocurrido “año sin verano” (el 1816 de las zonas septentrionales de la Tierra), cuyo frío anómalo destruyó los cultivos y puso en riesgo la supervivencia del hombre, es en el fondo una capa más de relato transmitido y actualizado.
Y entre leyendas ancestrales de medianoche, bajo la luz de lunas llenas y el ruido de las olas, se pasa a percibir el tiempo, hecho de largos encuadres, de minutos muertos que no fastidian sino que son capaces de germinar una poesía bucólica de enorme belleza. Se filma el tiempo, dijimos, pero también se lo anula, a partir de lo fabuloso que irrumpe, de personajes tragados por el mar, de hombres-crustáceo, leyendas de cuevas y espíritus marinos, de falsos tesoros (“aquí hay sólo caca de murciélago”, responde el niño a la confabulación de su amigo) y altas mareas, hasta llegar a la magnífica y descolocante imagen –que vale el film– de la sirena revertida, el pescado de pies humanos, que yace a la orilla del mar, esa donde había llegado Azam. Y cuantas interpretaciones posibles al respecto, pero también cuanta infiltración documental entre los planos, hechos de tomas de pesca, de caza de animales silvestres en medio de la selva, de minuciosos encuadres de trabajo manufacturero. Pero esta irrupción del realismo aparece en tanto que se lo niega, confinado a espontáneos extrañamientos. Y si lo real está hecho de todas estas capas, el destino de Azam pasa a entremezclarse con la fábula que él mismo cuenta: la del hombre salvado y enamorado por una mujer marina, entidad con la que decide vivir en las profundidades del mar, salvo luego extrañar a su hogar natal e intentar volver a pisarlo. Ambas dimensiones y velos de realidad profunda se vuelven indiscernibles en forma y contenido, como el grano de arena que una vez tragado podría devolver al hombre a su paradisíaco sueño oceánico.
Lorenzo Barone
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