Comentario
Dos amigos de Laguna Beach, que comparten novia, se dedican al tráfico de drogas. Un cartel mexicano secuestra a la chica y les exige como rescate todo el dinero que han ganado durante los últimos cinco años. Aunque ambos se muestran dispuestos a pagar, idean un plan para rescatarla…
La película está basada en la novela de Don Winslow que lleva el mismo nombre. Y si bien no he leído la obra literaria en cuestión, la construcción de los personajes y la estructura argumental de la historia, me hablan de una visión un tanto infantil, naíf e inocente de las cosas. Los narcotraficantes multimillonarios te venden droga que te arruina el marote, pero son re buena onda y te quieren ver bien. Además el más buenudo de los dos tiene conciencia ambiental y social: woooow! Y encima de todo esto, ellos son un par de tipos re new age porque comparten al amor de sus vidas y está todo bien. Si superponemos algunas cosas, no estamos muy lejos de la formulita de Twilight; triángulo amoroso, adolescentes facheros, naturaleza reprimida, etc. De hecho, este “Buda-Narco” y sus actitudes híper-pacifistas en un ambiente lógicamente poco pacifista, me molestan tanto como la sexualidad reprimida del vampiro Edward Cullen.
Partiendo desde ahí, serán los actores y el director los encargados de rescatar la historia para dar luz a un film respetable. Y realmente han hecho todo lo posible. En términos generales, promedian un muy buen nivel de interpretación. De menor a mayor, Blake Lively (safa y no tiene la culpa de que la pongan a encarnar la voz en off), Salma Hayek (solo en algunos momentos un poco sobreactuada y pegajosa), Emile Hirsch (en un papel que obviamente queda muy chico para semejante actor), John Travolta (en otro de sus papeles que no pasarán a la historia, pero que sí son muy correctos), Benicio Del Toro (sádico y profundísimo; excelente), y los dos protagonistas masculinos. Aaron Taylor-Johnson, que muestra versatilidad en su joven carrera, despegándose de papeles anteriores tan diferentes como los que tuvo en Kick Ass y Albert Nobbs, y se roba la que fue a mi gusto, la mejor escena de la película; en el primer golpe a la banda narco internacional, interpreta con maestría el shock emocional de una persona que ve morir a otra de una manera tan violenta y real por primera vez (lo mejor de Oliver Stone en la película), cuestión que va a desarrollar durante todo el film de manera gradual, donde el personaje efectivamente cambia. Y por otro lado tenemos a Taylor Kitsh, que realmente ha tenido muy mala suerte con los últimos tres proyectos multimillonarios que ha protagonizado, pues han sido tres films desastrosos en cuanto la recaudación (John Carter, Battleship, Savages). Pero esto nada tiene que ver con las características interpretativas del actor que, si bien por el momento no demuestran gran amplitud, sí demuestran mucha naturalidad, magnetismo y una construcción muy redonda del verosímil de los personajes que encarna. En esta película le sucede lo mismo que con las otra dos; el actor no tiene la culpa de las decisiones estilísticas de los otros, pero lo que le toca hacer, lo hace muy bien.
Por último, me pregunto en qué estaba pensando Stone (o stoned!?) a la hora de imaginarse los últimos 15 minutos del film. El recurso infantil del doble final tiene resultados desastrosos aquí, porque no está realmente puesto al servicio del guión. Parece ser utilizado por el solo hecho del recurso en sí mismo, y en el cine cualquier intervención que intente valerse por sí misma, indefectiblemente fallará. Además, me animaría a decir que, en un caprichito estilístico del director, la decisión de la (muy aburrida y evitable) voz en off tiene como único objetivo aclarar un poco el desorden que genera con el final alternativo. Es algo como: “bueno, en realidad esto no fue lo que sucedió. Lo que sucedió fue lo siguiente…miren”.
Pero el buen Oliver tiene algo muy a favor, que es el manejo flexible y entretenido de todo el resto de la película. Por ejemplo, hay varias cosas que podrían haber salido muy mal bajo el mando de un inexperto por el hecho de ser difíciles de sostener ya desde la novela. Una de ellas, es el triángulo amoroso, que es manejado con sutilezas, con gran dirección sobre las actuaciones y sobre todo con grandes silencios; excelente decisión. Así como también es muy acertado el tratamiento que se le da a “Ben” (Aaron Taylor-Johnson) para que no llegue a desbordar la pedante e inocente paz que lleva arraigada el personaje desde el libro.
Por eso mismo es una pena que la metida de pata del final y la mala decisión de la voz en off, nos haga dejar la sala con el gusto amargo de saber que acaban de arruinar algo que no estaba tan mal después de todo, pero que termina siendo una película más del mainstream; olvidable pero entretenida.
Federico D’Alvia
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