Antichrist

Categoría: Críticas
Fecha de publicación: octubre 18, 2012
Comentario

FESTIVAL DE CINE ESCANDINAVO: Un psicólogo, que quiere ayudar a su mujer a superar la muerte de su hijo en un accidente, decide llevarla a una cabaña perdida en medio de un bosque, donde ella había pasado el último verano con el niño. Sin embargo, la terapia no funciona, y tanto ella como la naturaleza empiezan a comportarse de un modo extraño.

Una mujer sueña un bosque. Camina a través de un puente, por sobre el agua tétrica y silenciosa. Es de noche. La exhuberante naturaleza del lugar transmite sensación de paz, y no por nada la llaman Eden. Pero de repente se llega a una casa, y extraños animales que la rodean aparecen y desaparecen; como dolores y llantos entre los árboles. Es el grito que recorre un verde revuelto, del que emergen algunos rostros. Manifestaciones del delirio incipiente, a la raíz de un progresivo descenso hacia las profundidades del mal. Chaos reigns, el caos reina.

A tres años de su polémica salida, llegó a las salas del Village Recoleta el anteúltimo film escándalo de Von Trier, pedazo fuerte del Festival de Cine Escandinavo que este año alternó un programa variado y para todos los gustos. Pero el film de cabecera, como anunciado, fue sin duda este "Antichrist", que atrapó en la previa y generó grandes expectativas. Un film extremo, angustiante, lleno de voluntarias provocaciones que colonizan las escenas ya desde el principio, con planos de sexo explícito entre los protagonistas (Dafoe y Gainsbourg) en la secuencia inicial. Representación sin límites, y por eso destrozado por la crítica, pero así y todo un film elegante, cargado de un lirismo onírico que lo dota de una gran confección.

Subdividido en capítulos, el film se camufla en una (tan sólo aparente, no narrativa) estructura de cinco actos con prólogo y epílogo. Que arranca con la fuerte y bellísima primera escena en ralenti, en la que, mientras la pareja goza en otro sector de la casa, el hijo de ambos sale de su cuna, se acerca inocente a una ventana para ver la nieve que lo fascina y muere tratando de alcanzarla. De allí se desencadena la tragedia que derivará al terror, todo acompañado por el anempático Lascia ch’io pianga de Händel (que ya podría sugerir una primera fuente interpretativa). Luego, un desencadenarse de los estadios del duelo, con la pareja que irá a refugiarse en la cabaña de ambos, en el corazón de un misterioso bosque en el que se iniciará un camino de alucinaciones.


Dos. Sólo dos actores a lo largo del film. Él: psicoterapeuta de carácter aparentemente fuerte y dueño de sí mismo. Ella: escritora que no logra terminar su tesis sobre la caza de brujas, víctima del dolor y del sentido de culpa. Él se propone curarla, aunque el duelo sea largo y la psicología oficial no lo recomiende. Ella al principio acepta pero luego el total control que su compañero ejerce sobre su mente le hace brotar el aspecto monstruoso que se escondía latente en el fondo de su ser. Una entrada a los rincones oscuros de la psíque, del mal que se manifiesta en la mujer, sí, pero sobre todo en un espacio bucólico y primordial que lo estimula, recubierto por un complejo simbolismo por momentos fin a sí mismo, pero que respalda el ritmo gélido y el clima insano que allí se respira. Es el bosque, donde las vías o turbios caminos de la razón llevan a la autedestrucción, entre zorros que hablan con voz de ultratumba (escena excelente) y constelaciones siniestras, en una naturaleza que se deforma y que excava en cavernas de miedos y deseos. Es el sentido último de un mal que late en los meandros del ser, caja oscura no semiotizable que cada cual esconde y que genera un espacio ajeno, en el que no se puede morir y sólo hay lugar para el sufrimiento puro. Porque la muerte es el fin del dolor, y aparece también el goce, entonces, por transmitirlo infinitamente. 


Se juega entre el thriller y el terror, entre citas voluntarias o involuntarias (Lynch, Verhoeven, Pasolini, Tarkovskij -a quien va dedicado-, hasta la Neverending Story de Petersen, además de las tantas filosóficas y literarias), y un aura esotérico que rodea las escenas y las dota de un magma de impureza ancestral. Excepcional la fotografía, que pasa del más puro blanco y negro en ralenti, al pálido retrato cuerpos sucios, desnudos, hundidos en el verde, excavados por hipnóticas presencias que no terminan de manifestarse. Lleno de imágenes, dijimos, que harían bajar la mirada al espectador más tolerante, entre excavaciones y autopsias literales y psíquicas. Punto cumbre y radical del dolor infligido, que nace del querer acceder a la totalidad piramidal del Otro, conocer (por ende penetrar, diría Von Trier) a la otra persona en todos sus matices, entrando en sus bosques que no son otra cosa que monstruosidades representadas con la naturaleza, en directa relación con las profundidades de la Gainsbourg y sus pulsiones. 


Charlotte y Willem, en este sentido, son otros nuevos mártires del cine de Von Trier, como lo habían sido Björk y Nicole Kidman (que nunca escondió su incomodidad al trabajar con el excéntrico danés). Nueva recapitulación, se habrá entendido, del evidente machismo del director, y pista libre a sadismos de todo tipo, acá también perceptibles pero que no molestan tanto como en "Contra Viento y Marea" y "Dancer in the Dark", pululantes de martirizaciones gratuitas. Es que en "Antichrist", el ya más que evidente conflicto del director con el universo femenino pasa a tener otro pliegue, y en el fondo es más sincero, directo y menos escondido entre oropeles sociales. Pero sobre todo, permite la abertura a varias interpretaciones, hasta aquellas en las que ella puede ser víctima y por ende, termine como mujer sin rostro, encarnada en tantas figuras femeninas silentes, que callan como cuerpos desnudos y muertos que la naturaleza demoníaca utiliza para cubrir sus arbustos.


Lorenzo Barone




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JAVIER dice:

Excelente reseña!

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