Fughe e Approdi

Fecha de publicación: marzo 18, 2013
Comentario

BACI, FESTIVAL CINE ITALIANO 2012. En el marco de la segunda edición del Festival de cine Italiano de Buenos Aires, compartimos la entrevista hecha a Giovanna Taviani, en la que la joven directora nos habla acerca de su último documental “Fugas y atraques” y analiza la situación del cine italiano actual.

En la segunda edición del Festival BACI, entrevistamos a Giovanna Taviani durante la presentación de su documental “Fugas y atraques” en el cine Cosmos. Película definida por el crítico Giancarlo Zappoli como film que “posee todas las cualidades que consideramos que un documental debería tener”. Decidimos introducir este film a partir de la siguiente entrevista que le realizamos a su autora:
 
Giovanna, ¿cuál fue el punto de partida de tu documental y qué vivencia o imagen inspiró la realicación del mismo?
 
El punto de partida de este documental fue mi experiencia autobiográfica en el film Kaos (1984), dirigido por mi padre y mi tío, en el que interpreté a los 13 años la parte de la madre de Pirandello. En el último episodio, yo cerraba la película con mi vuelo de pájaro en la playa de las arenas blancas. Kaos se filmó en las Islas Eólias como mi nueva película. Voy a esas Islas desde que soy nena, son los lugares de mi infancia, y toda la vida pensé que antes o después iba a querer representar el espíritu de las Eólias. Para quién no las conoce debo decir que son más que unas simples islas, son un pedazo de Italia en una humanidad que ya no existe. Una humanidad auténtica, de rostros verdaderos, llena de cuentos, tradiciones, de un lenguaje aún genuino, dialectal. Todavía permanece en sus habitantes, en sus trabajadores, una hospitalidad y un sentido de pertenencia que ya no se percibe en el continente. Yo nací y todavía vivo en Roma, y esta diferencia me resulta tajante. Pero además, siempre quise narrar estas Islas también por la historia de emigración y de tradiciones antropológicas que tienen detrás. Digamos que siempre pensé que debía penetrar esas costas que se ven superficialmente, para reconstruir la profundidad de esas tierras. Pero además me servía la idea, porque cuando se hace una película no basta sólo con saber qué querés contar, sino con tener una clara idea dramatúrgica y tentacular, como diría Zavattini. Poco a poco fui descubriendo que esas Islas eran también “Islas de Cine”. Investigué en profundidad y me dí cuenta que en todas las siete islas fueron rodados muchos filmes. Y no se trató de películas comunes, sino de obras maestras (Vulcano, 1950 – Stromboli Terra di Dio, 1950 – L’Avventura, 1960 – Kaos, 1984 – Caro Diario, 1993 – El Cartero, 1994, entre otras, ndr). Y que, además, habían sido films que influenciaron y formaron mi vida. Ahí me dije: ¡lo tengo todo! Fui protagonista del film Kaos y soy además una habitante de las Eólias. Tengo ambas cosas. Entonces pensé: contemos en mi nuevo film este caos, que es mi caos entre realidad y cine. Fue justamente este mi punto de partida: partir de Kaos y terminar con Kaos, y dentro de este marco insertar todas estas historias que viven siempre en el umbral entre imaginación y realidad, entre cine y vida. Esa fue la idea.
 
¿Cuál es la importancia que tiene hoy en Italia el cine documental?
 
Mi film, así como el reciente “Cesare deve Morire” de Paolo y Vittorio Taviani, tiene una impronta o alcance “documentalístico”. Este último film de mi padre y mi tío fue filmado en la cárcel real de Rebibbia, o sea un lugar concreto que emerge como tal, sin reconstrucción escenográfica en estudio. Los intérpretes, como decís, no son actores profesionales, sino que se trabajó con los mismos detenidos de la cárcel. Durante la narración, los presos, quienes enseguida se mostraron muy entusiastas del proyecto, interrumpen la puesta en escena con sus propias experiencias reales, quedando estas yuxtapuestas a la interpretación del personaje/rol. Por otra parte, hablan en dialecto: o bien, es un Shakespeare que revive en napolitano, con un César que habla en “romanesco”; este es un rasgo fundamental del cine documental, y ya previamente, del neorrealismo italiano. Hablando del Cine de la Realidad, hubo en Italia una fuerte influencia en estos últimos años, del documental en la ficción. Durante una de las presentaciones del film, mi colega y amigo Daniele Vicari (que está en este festival con “La Nave Dolce” y “Diaz”) es un típico ejemplo de director que pasa indistintamente del film de ficción al documental, y vuelca en la ficción elementos documentales. Vicari me contó que sus dos últimos films los montó de manera simultánea, y sostiene que “Cesare Deve Morire” ya está influenciando una nueva camada de documentalistas. Impulsa a esta nueva forma de cine, que le debe algo al aguijón del documental. Me gustó esta definición: es como si por diez años nosotros documentalistas hayamos aguijoneado a los directores de ficción, diciéndoles “basta con estas historias falsas, construidas a priori, umbilicales: salgan, mírense alrededor”. Es un aguijón que hoy, en Italia, le está haciendo muy bien al cine de ficción.
 
(la entrevista continúa abajo)
– ¿Y en cuánto a la presencia de un actor social? ¿Por qué interesa y, sobre todo, cómo se logra que el no-actor rinda en lo que el director quiere contar?
 
Las grandes películas de la historia del cine italiano supieron crear personajes que quedaron en el imaginario de todo el mundo, por ejemplo el padre de “Ladrones de Bicicletas” o el pescador real de “La Terra Trema”. No hay una regla fija para trabajar con ellos y todo depende de la gran maestría del director que debe saber elegir y manejar al actor sin experiencia. Yo personalmente, aún haciendo films de ficción (mi “Fughe e Approdi” es una vía intermedia entre ambos polos) seguiré utilizando actores no profesionales, porque encuentro que con ellos hay un amplio un margen de libertad, una mayor creatividad o autenticidad. El pescador eoliano Franco Figlio d’oro, mi protagonista en “Fughe e Approdi”, no es actor en el sentido clásico pero puede tranquilamente actuar; así como el mismo Bruto (Salvatore Striano) de “Cesare deve Morire”, que nace artísticamente adentro de una cárcel y que ahora tiene muchísimas ofertas de trabajo en todo el mundo. Yo soy escéptica respecto a las escuelas de actuación o incluso de dirección: cuando los directores jóvenes me preguntan “¿Qué formación tengo que seguir?” primero les sugiero que se interroguen sobre lo que tienen para decir, sobre qué historia tienen para contar, si se cuestionan sobre la visión del mundo. Porque el gran cine del pasado nacía de una concreta visión del mundo. Hoy no se hace buen cine no porque falte formación técnica, sino por escasez de ideas. La generación de oro venía más bien de la literatura, no de una escuela de cine. Los directores sabían leer, cosa que hoy se ha perdido. Un director que no lee, un actor que no lee, ¿a dónde va?
 
– ¿Cuál es la importancia de un festival para el renacimiento del cine del país?
 
Este festival BACI está en su segunda edición y es importantísimo también para las relaciones biculturales entre ambos países. Pero además para la conformación de un público. Yo organizo un festival en las Islas Eolias enteramente dedicado al cine documental (www.salinadocfest.it) e intentamos formar a un público orientado al documental narrativo que rara vez se ve en las salas. No es cierto que la gente no quiera ver cine documental, los documentales que hacemos hoy en esta nueva generación de cineastas italianos son películas de las que la gente está sedienta, podríamos decir: tratamos problemas reales, nos dejamos transportar por historias, pero que son historias que informan y hacen abrir los ojos. El cine italiano está en un momento particularmente fructífero y el Oso de Oro en Berlín de “Cesare deve Morire” (premio que la cinematografía italiana no ganaba desde el 1991 con “La Casa del Sorriso” de Marco Ferreri, ndr) así como los David de Donatello y la candidatura al Oscar, fue un acontecimiento aclamado por el público local. No se lo vio sólo como un renacimiento del cine con la C mayúscula, sino además desde el punto de vista de la experimentación del lenguaje anti-televisivo, donde se hibridan y se insertan de manera muy original e innovadora distintas posibilidades cinematográficas. Yo lo digo desde un punto de vista algo “envidioso”: mi padre y mi tío tienen más de ochenta años y nos siguen dando cátedra, porque para hacer este film tuvieron un coraje que nosotros directores jóvenes no creo que hubiésemos tenido. Esta victoria fue tomada por el mundo cinematográfico italiano como un rescate moral de nuestro país. Un orgullo, porque después de veinte años no soportábamos más ser esnobeados en nuestro cine (exceptuando los casos de Amelio –Venecia 1998–, Benigni –Oscar 1999– y Moretti –Cannes 2001–, premiados a lo largo de este período, igualmente negro para el cine italiano, ndr). Pero sobre todo, no tolerábamos más ser representados de la manera en que lo fuimos últimamente, con el cine-panettone (neologismo italiano utilizado para definir a los films cómicos y de éxito masivo, por lo general estrenados en época navideña, de humor vulgar y fácilmente comestible, ndr). No podemos ser sólo el público de las showgirls, de la pasta, el estereotipo, y todo lo que arrastró el berlusconismo mediático. Italia es también otra cosa. Y con respecto a mi “Fughe e Approdi”, yo me escapé del continente a las Islas Eólias, y el gran cine lo encontré ahí. El cine del pasado, que puede inspirar al cine del presente. Nuestro público tenía ganas de rescatarse, de vislumbrar un rescate de la sociedad civil, que nos dice que hay otra Italia. Una Italia que va al cine y se conmueve viendo a Shakespeare.
 
Entrevista realizada por Lorenzo Barone el 8/12/12




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