Cesare Deve Morire

Fecha de publicación: septiembre 16, 2013
Comentario

FESTIVAL BACI 2012. Docuficción sobre los talleres teatrales que organiza en la cárcel romana de Rebibbia el director Fabio Cavalli, que ensaya con los presos obras de Shakespeare. Los ensayos y la representación final del “Julio César” se alternan con la vida cotidiana de los reclusos.

Cada año, el director de la cárcel de máxima seguridad de Rebibbia le propone a los presos un proyecto teatral. Tras el regular casting, se asignan los personajes que cada detenido deberá interpretar. Pasillos, celdas, claustrofóbicos patios: la cámara de los hermanos Taviani en Cesare Deve Morire (2012) merodea por estos espacios de ensayo, entre rejas y cerraduras. Y allí, durante el proceso de interpretación de la obra, se yuxtapone la experiencia civil que viven los detenidos, sin traicionar dialectos ni confesiones personales, con la versión del Julio César de Shakespeare que estos ponen en escena a lo largo del film, en un tiempo abstracto de la actuación. Enmascararse, recitar, crear, se torna para los presos-actores sinónimo de retorno a la humanidad. Alejados del gesto cotidiano, los presos se miden con el texto y a partir de él, entre interrupciones personales y momentos privados, interiorizan al personaje asignado. Perciben su profundo lenguaje, que redespierta en ellos fuertes emociones exteriores al drama. Desde una representación primera (la del preso que actúa en escena) cobra vida una representación segunda de la obra, que nunca es absoluta, ya que el film se estructura uniendo pedazos de realidad autónoma, desligada en parte de su relación con la universal obra shakespeariana, de cuyos versos se huele la libertad. Los presos no interpretan, no huyen hacia otra identidad: viven.
 
Para los directores, el primer reto fue el de mantener ese sobrio núcleo naturalista que requiere la premisa, sin resultar previsibles ni tocar lugares comunes. Lo logran. Y esto, por sí sólo, deja estupefactos. ¿Por qué? ¿Acaso el público ya estaba demasiado acostumbrado a otro tipo de representación y participación con la pantalla? Cesare Deve Morire, con poco, hace tambalear nuestra polvorienta y vaga forma de observar, a partir de un cine que vuelve a reflexionar sobre su poder y sobre sí mismo; que de repente cambia de página y deja a sus espaldas los modelos estancados y conciliadores que hace ya treinta años echaron raíces en el cine italiano de autor (su merecido Oso de oro en Berlín no regresaba a Italia desde 1991 con La Casa del Sorriso de Ferreri).
 
El film abrió la segunda edición del Festival BACI de Buenos Aires y anticipó de un año otra estupenda victoria italiana, la de Sacro GRA de Gianfranco Rosi, durante el Festival Internacional de Cine de Venezia de 2013. Tal vez, justamente, podamos encontrar en esta inclinación hacia el documental híbrido o docufiction, un primer anclaje a un nuevo despertar del cine italiano. Pero es en este sentido donde a propósito podemos encontrar la única peca de este film hercúleo. Porque, entre el polo prerrepresentativo, oprimente y duradero del mundo de la prisión, y el otro vital y así y todo fugaz de la impecable recreación del shakespeariano Julio César, tenemos una instancia que es la que pareciera funcionar menos: la de los presos que actúan de presos. Escenas en las drásticamente percibimos la ficción, la puesta en escena, el concepto impuesto.
 
Sin embargo, Cesare deve Morire es un film que supo redespertar algunos ánimos todavía no del todo reconciliados, debido a los daños casi irreparables que sufrió la cinematográfia del país. Porque para el cine italiano, como es sabido, los ochenta se caracterizaron por el declive y agotamiento de su producción cultural y el surgimiento de un nuevo modelo industrial mainstream que monopolizó la escena, a favor de una producción de mirada generalmente televisiva, siliconada y qualquierista. Shakespeare y los Taviani, enrejados en Rebibbia, pudieron más.
 
Lorenzo Barone




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