Séptimo

Categoría: Críticas
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Fecha de publicación: septiembre 27, 2013
Comentario

Un padre y sus dos hijos juegan a ver quién llega primero a la calle desde un séptimo piso: si el padre en el ascensor o los niños por las escaleras. Cuando el padre llega a la planta baja, no hay ni rastro de los niños. A partir de ahí, comienza la búsqueda frenética de un padre y una madre por encontrar a sus hijos. ¿Dónde están? ¿Qué les ocurrió?

   Sirenas de policía, ringtones de celulares o celulares sin batería, poleas de ascensores, subidas y bajadas por escaleras, ecos, todos ellos, una y otra vez, dan forma al escenario sonoro de Séptimo, en un loop sin fin. Estos sonidos forman parte de la identidad de este thriller moderno, y tienen anclaje en el espacio en el que transcurre practicamente todo el film: un edificio. El desarrollo de un thriller que tiene lugar en un espacio único, exije un trabajo riguroso y preciso sobre el sonido, sin embargo, Séptimo, recurre una y otra vez a los mismos matices sonoros. Al principio cumple con el objetivo: es opresivo, y el protagonista no tiene respiro. Sin embargo, con con el pasar de los minutos, el recurso se agota en sí mismo, y el thriller exije nuevas artimañas que nunca llegan.
    El film dirigido por el catalán Patxi Amexcua, sigue (o persigue) durante todo su desarrollo a un padre (Ricardo Darín) que pasa a buscar a sus hijos al departamento de su (casi) ex mujer (la española Belén Rueda), para llevarlos al colegio. Ellos viven en el séptimo piso y para bajar a la planta baja elijen un juego, habitual e ingenuo: el primero en llegar a la planta baja, gana. Los chicos bajan corriendo por las escaleras del edificio, mientras que el padre baja envuelto en el chirrido de las poleas del ascensor. Es en ese interín, en el que los niños desaparecen sin dejar rastros. En menos de diez minutos se instala el misterio, y con este, el primer punto de giro. Rápido, y sin muchos datos, más que los necesarios, el espectador es capturado por la intriga y la tensión. Una adrenalina permite avanzar al espectador en un nuevo juego, no tan ingenuo: ¿qué haría yo si estuviera en ese lugar, si mis hijos desaparecieran misteriosamente en un edificio? Una identificación inevitable, y lograda. Sin embargo, esto es sólo el punto de partida. La prometedora intriga pierde fuerza y dramatismo: se recurre a mecanismos trillados (un celular sin batería, un ascensor que se traba o un auto que no arranca), se tiene todo el tiempo la sensación de que los niños aparecerán, y además, el desarrollo y la resolución del misterio deja muchos cabos sueltos y tramas abandonadas. Patxi Amexcua retoma elementos clásicos del thriller (personajes que presentan más dudas que certezas, pistas falsas o ambiguas que abren distintos caminos) pero no hace más que marear al espectador.
   En esta coproducción argentina-española filmada casi integramente en Buenos Aires, vemos a un Darín al que una vez más le toca interpretar a un abogado. Impecable, pero con matices pocos novedosos respecto a personajes de films anteriores. En este caso sabemos que está defendiendo a un grupo de corruptos en una causa de resonancia mediática. Nos enteramos, por los llamados que recibe a su incansable celular. La información es vaga, poco clara. Se trata de un abogado lleno de compromisos y responsabilidades, pero que adora a sus hijos y está dispuesto a hacer cualquier cosa por ellos. De un personaje exigido y pretendido por este, y por aquel. Sin embargo, y a pesar de su postura laboral poco ética (junto a otros datos desalentadores y negativos), el espectador logra una identificación cuasi plena con el personaje de Darín, es cómplice en su desesperación, lo apoya y lo acompaña. Al menos por un rato: a la larga todo parece estar al servicio de resolver el cómo o el por qué desaparecieron, dejándose de lado las subtramas, el background y las relaciones humanas entre los personajes. Por ejemplo la relación del protagonista con su casi ex mujer apenas está esbozada, sabemos muy poco (algunos datos servidos) qué le pasa en su interior a cada uno de ellos, cómo fue su vínculo antes y ahora.
   Es la cámara, la que se encarga de hostigar y acorralar a nuestro protagonista por los pasillos, escaleras y departamentos del edificio, que se multiplican uno detrás de otro, como replicándose. El seguimiento con cámara en mano moldea un espacio laberíntico y al mismo tiempo claustrófobico. Pero quizás uno de los mayores errores de la película, es que el espectador no puede reconstruir el espacio del edificio en su totalidad. Hay huecos, información poco clara, en ningún momento se puede cartografiar el espacio entero. Y quizás otro de los desaciertos, es salir del edificio: si hasta ese momento se había construido una sensación de ahogo, en ese momento se desmorona. Más allá de eso, la opresión está ahí, y no sólo encarnada en el personaje de Darín, si no también encarnada en la ciudad de Buenos Aires: Buenos Aires se siente como una ciudad opresiva. Lo mismo, para la dimensión temporal. Vivimos la búsqueda desesperada del protagonista casi en tiempo real. Darín, nuestro héroe, está obligado a resolver un conflicto en muy poco tiempo: 2 horas
   Es así que Séptimo, logra insertarnos en la intriga y desesperación del personaje, pero este misterio que nace tan auténtico y potente, termina por volverse inaudible, sin forma, vacío. Termina quedándose a mitad de camino, perdiéndose, al igual que los niños se pierden camino a la planta baja. Quizás, por qué no, desaparece con ellos.
Carolina Romano




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CLARITA DIDEROT dice:

Te felicito muy buen comentario

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ESTEBAN dice:

la pelicula es pesima.
buen comentario.

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