Comentario
Antes de Elvis, Elton John y Madonna, existió Liberace: pianista virtuoso, exuberante y desmesurado, habituado a la escena y los plató de televisión. En 1977, el joven Scott Thorson entra en su camerino y a pesar de la diferencia de edad y del medio social, los dos hombres empiezan una relación secreta.
Es sorprendente ver como Steven Soderbergh, identificado en sus inicios con un círculo cinematogáfico independiente hasta llegar a Hollywood, nunca se haya dedicado a hacer filmes parecidos a sus proyectos anteriores. Y que cada vez que se le presenta un trabajo, ya sea biográfico, de ficción, thriller o comedia, se caracteriza por retratar a sus personajes y representar sus situaciones de la forma más real o creíble.
Su más reciente película confirma esto último. Basada en la novela que lleva el mismo título, Behind The Candelabra nos cuenta la historia de Scott Thorson y el reconocido pianista Liberace, como pareja desde sus inicios -a finales de los ’70- hasta el deterioro de la relación a principios de los ’80. Lo que tenemos aquí presente no es otra historia prohibida sobre homosexuales (Brokeback Mountain), la lucha por las relaciones del mismo sexo (Milk) o la biografía del mismo Liberace. No: lo que se tiene en cuenta aquí es el desenvolvimiento de la propia relación de hombres de distinta edad y clase social.
Aunque se nos presente como historia de amor, la película ancla su foco en retratarnos cómo es realmente Liberace, y sus comportamientos en los momentos más íntimos de su relación de pareja. Si bien el guión no presente una vuelta de tuerca como usualmente suele ocurrir en muchas películas similares y actuales, hay que mencionar que el punto central no es tanto la visualización de la pareja ante los demás, sino cómo dos sujetos pueden tener distintas formas de ver la vida. Algo que se presenta con fuerza en los momentos donde se refleja a un Liberace solitario y sin muchos amigos, mientras que su pareja (Thorson) siente el deseo de interactuar más con otras personas de su edad.
Pero si en la escritura, entonces, se destacan las facetas de esta relación, por temática se presentan en cambio hechos que otros filmes sobre homosexuales casi nunca destacaron. La eterna juventud, reflejada cuando Liberace tiene por amante a alguien más chico para luego pasar por Thorson, o el uso de pelucas para no denotar su vejez. También podemos destacar la alabanza como ícono, pues de los dos amantes que Liberace posee, se muestra una necesidad de ver su reflejo en otras personas: el mismo Thorson pasa a sufrir transformación física a cargo del Dr. Starz (Rob Lowe) para moldearse y tener que verse igual a Liberace. A eso súmele el glamour y los excesos de vanidad como estilo de vida que poseía el famoso pianista en su momento.
Como si no bastará una excelente narración y construcción de decorados, se observa también un gran talento en el desarrollo actoral. Vemos en el filme a un irreconocible Michael Douglas, quien usualmente solemos reconocer interpretando a tipos duros, fríos y calculadores, y aquí lo encontramos lidiando con el personaje de Liberace, con todos sus toques de delicadeza y su sensibilidad. Matt Damon, al igual que su co-protagonista, hace un excelente trabajo como el amante joven, pero en este caso en sí no sorprende mucho, pues Damon a esta altura de su carrera no se impide representar ningún papel. Del resto del elenco podemos mencionar a la grandiosa Debbie Reynolds como la madre de Liberace, un irreconocible Dan Aykroyd como su representante, así como el a veces exagerado por sus gestos y expresiones faciales Dr. Jack Starz, quien para muchos no realizó aquí el mejor papel que de su carrera, arriesgando más bien una caricatura de sí mismo.
Lleno de elogios y recientemente ganador de dos Emmys con este film, sólo queda ver que más puede ofrecer Soderbergh en este grandioso septimo arte, antes de su próximo retiro, ya varias veces mencionado.
Juan Felipe Wong Esparza
Dejanos tu comentario