Zabana!

Fecha de publicación: noviembre 3, 2013
Comentario

3°FESTIVAL LATINARAB. Investigación de la corta vida del luchador argelino por la libertad, Ahmed Zabana, cuya ejecución en 1956 por las autoridades coloniales francesas encendió la fase crucial de la lucha argelina por la independencia.

Un 1º de noviembre de 1954 el Frente de Liberación Nacional convocó al pueblo argelino a resistir al colonialismo francés. Un 1º de noviembre de 2013, la cinta argelina de Ould Khelifa es la elegida para inaugurar la tercera edición del LatinArab en Buenos Aires. Es así que la elección de este film para abrir el festival no es mera casualidad, sino que evoca y resignifica un episodio decisivo de la lucha por la liberación del pueblo argelino.
 
Las palabras que abrieron el festival, en boca de uno de sus directores, fueron genuinas y sencillas: “ver lo árabes que somos en América Latina”. Afortunadamente, lejos de los trillados e infinitos discursos a los que acostumbramos en la apertura de este tipo de eventos. Y lejos también de presentarse como un festival exótico: el LatinArab no apunta a demostrar las diferencias comúnmente señaladas entre el universo árabe y el universo latinoamericano, sino que se propone mostrar cuán similares son estos universos desde su dimensión más humana: en los proyectos, en los conflictos, y en los sueños de quienes lo habitan.
 
Ahora sí, pasamos al análisis de la cinta que abrió el festival. Zabana! se concentra en la narración de los acontecimientos que culminaron en la Guerra de Independencia de Argelia: es la narración de un germen. Sigue una porción de historia del revolucionario Ahmed Zabana (miembro del Frente de Liberación Nacional): su llamado al pueblo argelino a resistir al colonialismo, su captura, su estadía en la cárcel y su ejecución. Así culmina el film, pero así también se abre una etapa crucial en la lucha por la independencia argelina. En el amanecer del 19 de junio de 1956, Zabana es ejecutado en una cárcel de Argel por decisión de las autoridades coloniales francesas, convirtiéndose así en el primer nacionalista argelino en ser guillotinado. Seis meses más tarde comenzaría la “Batalla de Argel”.
 
El film, que requirió muchos años de investigación documental, toma una decisión: la precisión histórica de los acontecimientos. En su afán de fidelidad, la construcción del personaje de Zabana queda relegado en el guión. En otras palabras, falta poner la lupa sobre el héroe del film. Poco sabemos de la vida personal y de las emociones de Zabana, por fuera de la dimensión de la lucha política (la nobleza, la lucha por la patria y por sus ideales). Ould Khelifa se limita a reproducir el background histórico y político de la época en el que se ve inmerso el personaje, dejando de lado otros aspectos más íntimos y profundos de su caracterización. De esta manera la película termina siendo más una reconstrucción histórica y una crítica a la justicia francesa de los años `50 (François Mitterrand es ministro de justicia), que una profundización y una reflexión sobre la experiencia de Zabana. Expone pero no indaga: no excava en sus capas emocionales.
 
El lente reproduce la cárcel en la que está prisionero Zabana a través de texturas de claroscuros. Los cuerpos de los prisioneros nos llegan envueltos en una danza de claroscuros, y en muchas ocasiones, a través de rejas y alambrados. No sólo la fotografía, sino también la profundidad de campo, adquieren un valor primordial en el transcurso de estas escenas. Escenas en las que las acciones se nos revelan entre retazos de oscuridad y de alambres. Como si no pudiéramos acceder del todo, como si algo nos estuviera vedado. En este universo hecho de retazos, es interesante destacar un espacio en particular: el patio. Allí los prisioneros se reúnen, intercambian noticias que llegan del exterior, planean estrategias. Se repiten una y mil veces, escenas en las que Zabana camina con otros prisioneros de un lado a otro, susurrándose planes y novedades. Para mostrarlas se elige muchas veces el punto de vista del director de la cárcel, quien, desde su oficina espía a los prisioneros. Por supuesto ve, pero no escucha. Construye sentido a partir de sus movimiento y actitudes corporales. Habitado por el ir y venir de los prisioneros, el patio es el retrato de una coreografía. La coreografía de la revolución que está por venir.
 
No hay que dejar de lado el escenario sonoro del film que está rodeado de un trabajo singular e interesante. Teniendo en cuenta que en las celdas los prisioneros no se pueden ver los unos a los otros (salvo con quienes la comparten), el sonido se convierte en un elemento conector de espacios. Es así que, en una escena, una vez caída la noche, se oye el ulular de un grupo de mujeres proveniente del exterior: los prisioneros ya saben que les están advirtiendo que no están solos en la lucha por la liberación de Argelia. Los gritos hacen eco en todas y cada una de las paredes de la cárcel, unificándola, conectándola, integrándola.
 
Los gritos, codificados aullidos de justicia, disparan la reacción de los prisioneros, quienes eufóricamente comienzan a clamar “larga vida a Argelia”. Ahora, este grito no sólo unifica el espacio-cárcel, sino que también nos dice que el pueblo argelino está unido por una misma causa: su liberación. 
 
Carolina Romano
 
 




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CLARITA DIDEROT dice:

Excelente!!!!!

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LAURA F. dice:

excelente comentario!

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