Drinking Buddies

Fecha de publicación: noviembre 21, 2013
Comentario

28° FESTIVAL DE MAR DEL PLATA. Hay demasiada onda entre estos dos compañeros de trabajo, aunque ambos estén en sendas parejas. Un acercamiento intimista a los diálogos, los escarceos amistosos y las relaciones indefinidas de una generación.

Por nuestro enviado

 
Kate y Luke trabajan en una fábrica de cerveza artesanal de Chicago. Ella es administradora del sector de marketing; él parece ocuparse de un trabajo más físico, cargas y descargas en el mismo ambiente. Pero la relación entre ambos no se limita a encontrarse en horarios de almuerzo, meetings, refinados eventos, o cruces por fugaces oficinas. Se extiende más allá del ambiente laboral: salen seguido a tomar, juegan al pool, eventualmente al blackjack con tanto de recreación de un escenario imaginario. Acercamientos cargados de chistes y originales travesuras. Kate, sensual y deportiva al mismo tiempo, look “a la mano” (cabello atado, musculosa, nada de poses seductoras de actors studio) cuaja con la desenvoltura de su amigo de gorrito y barba, que “roza cierta hobo situation”. Construyeron juntos una suerte de férrea hermandad, que no puede huir a la gran atracción física siempre sugerida e implícita ente ellos (aquí el logro del film. Aclarémoslo enseguida: no estamos en absoluto frente a una cinta de goma espuma a lo Amigos con beneficios).
 
Si hay algo que en general los jóvenes directores estadounidenses tienen como virtud, es saber narrar historias simples. El ritmo del film funciona a la perfección y nos interioriza en la mencionada amistad, sabiendo cazar esos instantes en los que las relaciones interpresonales cambian, aparentan tomar un giro manifestando puntos de ruptura y la inseguridad como límite relacional. Aquellos miedos que no pueden ser expresados, la responsabilidad de una temida adultez, entre jóvenes en el fondo comunes, que viven experiencias de vivacidad plena, construida a través de detalles, pequeñas miradas, imperceptibles caricias que marcan la posibilidad de una isla.
 
El desconocido (en latinoamérica) pero ya interesante Joe Swamberg, que seguramente mejoró en comparación con sus primeras obras, nos propone un film muy agradable de puro clima indie; fiel ejemplo del Mumblecore movement, subgénero norteamericano de bajo presupuesto, improvisado y generalmente filmado en digital, que aborda a partir de largos diálogos un punto de vista existencial sobre las relaciones humanas. La diversión es hilo conductor en un film equilibrado, emotivo, placentero, centrado en personajes que se roban la comida, juegan con ella, duermen juntos, se bañan en el mar de noche, sin importarles otra cosa. Parecieran bastarse a sí mismos, despeinados, sumidos en la activa transpiración de quien realiza cada improvisado acto sin pensarlo, sinónimo de libertad. Pero libertad aparente, porque Kate y Luke están de novios, rozan los treinta y ya pusieron grandes ambiciones en sus respectivas parejas. Aceptando este hecho, no les queda que seguir jugando. Ahí está el film y ahí estamos nosotros, complacientes, encantados por este lazo, sintiéndonos friccionar por las risas de protagonistas que no duermen. Que se miran, se tocan, intercambiándose gorros, comida y cervezas. Galeotto será el día en que las dos parejas se juntarán para transcurrir un fin de semana en el campo, cerca de la playa, parando en las cabañas del “embalsamado” Chris, pareja de Kate. Y ahí los respectivos novios tan opuestos a los protagonistas, tendrán un ligero flirt que pareciera reacomodar provisoriamente las cartas en juego.
 
Habiendo leído a priori el cast, y conociendo la belleza natural de Olivia Wilde y la no extrañable presencia de Ron Livingston, inicialmente respiré aire de TV Series. Nada más erróneo. El cast, y es paradójico, parece funcionar bien sobre todo por su fuerte acomplamiento, salvando el caso del inexpresivo Livingston en el papel de un embobado novio Chris (reformulando la gran categorización de Leone sobre el primer Eastwood actor, Livingston tiene dos expresiones: apenas afeitado o con barba de unos días). Jake Johnson se lleva en cambio la mejor parte, eje central de un relato que se extiende con soltura. La Wilde en versión machona sin maquillaje es curiosa y excelente. No del todo explotado el personaje de Anna Kendrick, en el disparador de la atracción o romance fugaz entre los novios de los buddies protagonistas. Más allá de ser ambos insignificantes intelectualoides imaginarios, pasan a funcionar más como decoración, motor narrativo o deus ex machina. Nos queda la increíble pareja de amigos. Kate y Luke en el comedor cambiándose juntos. Kate y Luke corriendo en las escaleras. Kate y Luke invitándose mutuamente a cenar. Clima jocoso y desprolijo, contrario al que se percibe cuando ambos vuelven con sus respectivas parejas, monumentos de mármol en los que triunfa el silencio, cada uno en su rincón, espacio o tiempo, sin lograr compartir todo. Kate y Luke, almas gemelas en una realidad en la que no se eligieron, por lo menos nunca explícitamente, se sirven de su interacción como fuga, en una amistad que empieza a abarcar todas las cosas, pero tal vez, no la tristeza.
 
A todo esto, permítanme un spoiler. El predecible final que todos esperábamos nunca llega, nada se resuelve de la forma en que podría ser, del modo más fácil. La resolución de cierre es sustituida por un magnífico y silencioso último plano. Considerada la proveniencia estadounidense, hay un sello que se imprime a sangre fría y quiere dejar indeleble hasta lo último un concepto: haber logrado que el film nunca sea una comedia romántica.
 
Lorenzo Barone




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ESTEBAN dice:

me gusto mucho esta pelicula.

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