Comentario
Durante un viaje de Estocolmo a Lund en su amplio automóvil de siete plazas el viejo doctor Borg, un médico famoso que va a ser promovido a académico, comprende el egoismo que ha llenado toda su vida. Le acompañan en el coche su nuera Marianne y tres estudiantes, una chica y dos chicos, que recogen en el camino.
Los films de Bergman tienen todos un denominador común: la construcción de un universo familiar compuesto sobre todo por mujeres (las maravillosas Liv Ullman, Bibi Anderson e Ingrid Thulin) en el que hay un protagonista central que refleja los miedos, deseos y preocupaciones del mismo autor. Este film puede considerarse uno de los más logrados de la historia del cine, a partir de los propios sentimientos que transmite en cada espectador: reflexiones sobre la vida humana, sobre el pasado, la misión del hombre en la tierra. Bergman no busca una justificación teológica sobre quiénes somos y qué estamos haciendo, pero evidencia la vejez como punto más alto de la construcción de una vida que elegimos nosotros mismos y que logramos entender tan sólo en el instante último anterior a nuestra muerte. El film tiene su fuerte en los momentos surrealistas, del sueño existencial, donde cada objeto es la representación de la vida del protagonista. Tal vez hasta resulte banal llamarlo road-movie. Porque a través de su conmovedor viaje el protagonista recuerda su pasado, su juventud, y la película pasa a convertirse en una excursión hacia el tiempo perdido, donde la soledad de la vejez se convierte en una sana meditación sobre la vida y la muerte. Un entrecruzamiento entre realidad, sueño y recuerdo.
El anciano profesor Borg (un impecable Victor Sjostrom, en pasado también director de cine), harto del chusmerío y de la impalpabilidad de la relación humana, llegó a aislarse completamente, en su madurez, de la vida social e intersubjetiva. En plena vejez, un viaje en auto se convierte entonces, de a poco, en una inmersión en el interior de él mismo, que logra excavar las raíces de los años que corren. Un paseo, en fin, por los traumas y los recuerdos más escondidos dentro del ser humano mismo.
En los sueños, como la memorable escena donde Borg se encuentra a sí mismo en la tumba, o el momento del reconocimiento académico, encontramos una infinidad de símbolos propios del mundo bergmaniano que reflejan una inefable connotación nostálgica.
Además de Victor Sjostrom, aquí en su última interpretación, aparece una bellísima Thulin y una jóven Bibi Andersson. Fugaz aparición también para Max Von Sydow, otro gran actor bergmaniano que luego encontraría un gran éxito en el exterior. Un film incalificable por su majestuosidad, no tanto por el excelente nivel técnico (impecables fotografía, escenografía y montaje) sino por la inmensidad sentimientos que logra revivir luego de cada visión, la mirada auténtica sobre la vejez, su significado más profundo, y la fuerza que mantiene en la propia temática, transversal a cualquier cultura, generación y época.
Lorenzo Barone
LUKA dice:
Grande Lore!
JAVIER dice:
¡Una película sublime!
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