Comentario
Newland Archer es una caballero de la alta sociedad neoyorkina del siglo XIX prometido con May Welland, una joven de su misma clase social. Pero todo cambiará cuando conozca a la poco convencional prima de May, la condesa Olenska.
En la Nueva York aristocrática de finales del 1800, en la que el matrimonio se erguia como una institución indiscutible y –en caso de fracaso– condición de vergüenza social, Newland Archer (Day Lewis) está por casarse con su prometida May Welland (Ryder). Su vida pasa a través de mansiones opulentas, cenas y reuniones, intereses culturales y toda una serie de costumbres nobles a las que hay que atenerse. En medio de toda una monótona respetabilidad, irrumpe en su vida Ellen Olenska (Pfeiffer), prima de su prometida y mal vista por la nobleza por estar escandalosamente separada de su marido. La bella y extravagante madame Olenska apasionará a Archer, que se sentirá tentado por la transgresión en medio de un panorama anticonformista, lleno de prejuicios y convenciones.
Uno de los mejores films de los años ’90, década que no nos acostumbró particularmente a obras maestras como ésta. Scorsese busca una dirección melodramática y manierística, siempre acompañada por una sinfonía de época que no está pero que se percibe. Adaptado de la novela homónima de Edith Wharton (1920), en primer lugar sorprenden las escenografías: los interiores son construídos con una cura del detalle digna del mejor Visconti, elegantes trajes, decorados, mesadas lujosas con platos y cubiertos que harían enloquecer cualquier coleccionista de época. El film se funde en esos extraordinarios ambientes victorianos, y la cámara hasta frena su narración para admirar de vez en cuando las ostentosas mesas, los cuadros paisajísticos o muebles elegantes y refinados.
La historia, en cambio, es feroz y excava en las profundidades de una sociedad completamente basada en el rol social y las reglas de comportamiento. Una persona es como se muestra ante los demás, y al respecto conmueve particularmente el personaje de Olenska, que sufre el chusmerío de la entera sociedad, a pesar de la ayuda de Archer. La pasión entre ambos no logrará brotar justamente a causa de los usos y costumbres de este constructo social falso e hipócrita.
A pesar de una caída de ritmo que se manifiesta hacia la segunda parte del film, el juego de relaciones entre los personajes es admirable y transcurre todo entre tensiones, sensualidades, dudas y sentidos de culpa. Excelente el trabajo de esos tres monstruos protagonistas, en particular de un Day-Lewis que da lo mejor de sí y completa una performance impecable. Adecuada y austera la voz en off de Joanne Woodward.
Lorenzo Barone
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