En la ciudad la red de subterráneos se ha expandido a proporciones gigantescas. La mañana del 4 de marzo, el tren 86 desaparece misteriosamente de su recorrido. El topólogo Daniel Pratt comienza a recorrer las líneas y estudiar los planos. Pero sus pistas lo llevan hacia un profesor de topología, el Dr. Mistein, que ha elaborado la teoría de que la red se ha transformado en una cinta de Moebius, q
“Nadie puede enfrentarse al infinito sin sentir vértigo”. El jóven topógrafo Daniel Pratt es encargado de investigar acerca de la desaparición de un tren, perdido en las redes del subterráneo de Buenos Aires: descubrirá que durante su recorrido éste ha entrado en otra dimensión, girando en infinito y siguiendo las leyes de la cinta de Moebius.
Interesante producto de la Universidad del Cine que se inspira en una novela de A. J. Deutsch (“A Subway named Möbius”) y toma de raíz la famosa teoría del homónimo matemático y astrónomo alemán August Ferdinand Möbius. La cinta de Moebius, de hecho, es una superficie bidimensional que, instalada en un espacio a tres dimensiones, presenta una sola cara y un solo borde, que podríamos recorrer hasta el infinito.
Pero el film no explora tanto su formulación matemática, sino las posibilidades metafísicas: sale a la luz un experimento genérico que parte del policial amarillo clásico (el tren es el muerto y Pratt su investigador), hasta pasar por el noir, el suspenso y la ciencia ficción, con el lunático profesor desaparecido que en una brillante frase dice: “el hombre no conoce límites ni sus posibilidades, y ni siquiera sabe hasta que punto no se conoce”.
Atmósfera laberíntica y pesadillesca, toda jugada en claustrofóbicos interiores donde el personaje de Daniel Pratt (que guiña el ojo a Hugo Pratt y de hecho parece salido de un comic) aparece perdido en su claroscuro existencial, entre los túneles escuálidos y casi abstractos de un lejano no-lugar.
Gran muestra de técnica cinematográfica: excelente la fotografía, digna del mejor cine noir europeo, acompañada por filtros, contrastes, cambios de foco y un buen manejo del dolly. A todo esto se le opone lamentablemente una pésima performance actoral (que evidencia la completa falta de dirección en ese campo), en donde personajes esquemáticos parecen estar leyendo la partitura y muchas veces caen en diálogos casi triviales. Se salva el protagonista y su rostro trastornado, así como el grupo de burócratas kafkianos que no entienden lo que ocurre.
Se cita a Borges en el nombre de una estación de subte: el ambiente creado es digno de uno de sus cuentos. Sorprende en fin que esta película haya nacido originalmente como ejercitación universitaria de finales de cursada. El tema de la cinta de Moebius nos recuerda también la estructura de David Lynch, en donde revivimos escenas ya vistas pero con roles intercambiados.
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