La Mujer sin Cabeza

Categoría: Críticas
Fecha de publicación: marzo 23, 2010
Comentario

Una mujer maneja por la ruta. En una distracción atropella algo. Los días siguientes a este incidente, ella no reconoce los sentimientos que la unen a las cosas y a las personas. Una noche confiesa a su marido que ha matado a alguien. Recorren la ruta pero sólo hay un perro muerto.

Una mujer está viajando por la autopista cuando de repente se distrae y choca contra algo. A partir de ese momento su vida cambia radicalmente: se ensimisma en un estado de confusión total en el que pierde la noción de realidad. Más tarde, le confesará al marido que creyó haber atropellado a una persona y volverá a ver la escena del crimen, encontrando tan sólo el cuerpo de un perro muerto.
 
Thriller de la periferia, polvoriento y centrado en el cómo se siente, substituye el misterio del muerto con las extrañas actitudes de la posible “asesina”. El muerto, sea lo que sea, permanece en la virtualidad, tan sólo núcleo oscuro o motor subterráneo de lo que ocurre luego. A lo largo del film se esconde una inquietante verdad que nunca nos será revelada. Asistimos solamente a largos planos estudiados estéticamente (algunos muy bellos, por cierto), en los que la mujer deambula sin rumbo, evitando quiénes la rodean y sobre todo sin poder encontrar una solución a su propio desánimo. Esto en parte podrá decepcionar, pero no si entramos en sus mismos ritmos, en aquellas miradas perdidas hacia la nada, el horizonte del sueño en donde afloran los rincones oscuros de nuestro propio ser. Es un film interesante que tal vez no termine de definirse del todo, o quizá le falten sólo dos planos para cerrar: un cambio de expresión o un arreglo de cuentas con ese pasado inconcluso y siempre presente. En cambio el personaje de Verónica, la mujer sin cabeza (título que nos remite a tantas ideas interpretativas que nos resulta imposible explayar aquí), permanece en su estado de stand by, entre el shock y el desmoronamiento, en un constante agobio por la vida y todo lo que la rodea. Es justamente lo que busca Martel, pero a la larga crea más dudas que exclamaciones.
 
La directora de “La ciénaga” y “La niña santa” vuelve a construir aquí aquel clima tan caro a sus obras: el del ambiente decadente, de sexualidad enferma y siempre implícita (la manera en que todos tocan y mojan el pelo de Verónica, que permanece pasiva como si nada ocurriera, puede ser leída literal y metafóricamente). Los personajes parecen girar en falso, en un círculo eterno en el que terminan mordiéndose la cola sin percibirlo, en un espacio casi siempre exterior en donde todo es confuso y la realidad parece esfumarse.
 
A nivel formal y conceptual, una suerte de nueva ola que revisita ciertas categorías deleuzianas del cine moderno: el vagabundeo del personaje, la atmósfera lacunar y dispersiva, y no por nada se ha comparado su estética con ciertas tendencias narrativas y rítmicas de los films de Antonioni (ver el final del “Eclipse”, salvando las distancias). La cámara busca pegarse al rostro, agotado, abatido y a la vez intrigante, de esta gran actriz que es María Onetto, en primeros y primerísimos planos que buscan retratarla y sumergirse en su inefable malestar.
 
Película, en fin, con alto contenido interpretativo. De su visión se pueden extraer interesantes y opuestas deducciones. Las más comunes: que sea una metáfora de la crisis de la mediana edad y que se analice drásticamente la incomunicabilidad en la familia conservadora de clase medio alta. O bien problemáticas más ambiguas: que Martel busque excavar en el recorrido del trauma, que muchas veces es sinónimo de naturaleza fragmentada (y de hecho “trauma” significa no poder enlazar el fragmento suelto), entrando así en las raíces de la depresión post-accidente y la imposibilidad de volver a vincularse con la realidad cotidiana, habiendo arrebatado una vida ajena. Y sin embargo, esta experiencia límite del accidente (punto Cluedel film), puede llevarnos hacia una interpretación más osada que ha rondado el ámbito de la crítica nacional: que en realidad sea ella la que esté muerta, que haya perecido en ese mismo accidente, y que entonces de ahí en más viéramos sólo la confluencia de entidades o espectros que se mueven encastrados en una brecha entre lo terrenal y lo fantasmal. Hay muchos indicios (de comportamientos, de ella y ajenos) que nos direccionan hacia esta interpretación a lo largo del film. Pero mejor no discutir más: dejamos abierta la visión y esperamos nuevas respuestas y lecturas posibles.
                                         
Lorenzo Barone




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