Comentario
Una chica de ciudad viaja para encontrar en la zona montañosa a los pastores de “ounaye”, un concepto que funciona como clave ficcional para entrar a una dimensión paralela.
A la mañana de un domingo soleado, de ensueño, una joven desempleada –Nathalie Sanchez– deja la ciudad para ir a una zona desértica, aislada del mundo, en la que buscará encontrar a los pastores de “ounaye”, míticas figuras cuya existencia había oído de chica. En esas praderas, mientras tanto, se cruzará con un bandido local –Carol Izba– que no sabe si quedarse o huír a Montpellier, para evitar caer en manos de su famoso cazador –Pool Oxanosas Daï– contratado para agarrarlo.
Toques surreales y de fábula para este mediometraje de un director, Guiraudie, que retoma aquí su poética de los espacios abiertos y su tono picaresco. El film puede funcionar como una metáfora de los miedos ancestrales y arquetípicos del hombre: los cuatro personajes, llamados con nombres singulares y memorables (que se repiten constantemente a lo largo de los diálogos), esconden en su propia naturaleza turbaciones y ansiedades que cruzan el total ánimo humano.
Todo esto reflejado en un fuera de tiempo absoluto, en aquellas praderas alejadas de la civilización y preindustriales, con personajes que tienen mucho de Beckett y que giran en círculo entre el pasto seco y el cielo despejado, sin llegar a un punto concreto. Cada secuencia cae en una espiral y hace interrelacionar a esta mujer con los dos hombres que se persiguen incesantemente, hasta que encontrará a uno de los pastores que buscaba (Djema Gaouda Lon, interpretado por el mismo Guiraudie), que sin embargo perdió sus “ounaye”.
Film que nos envuelve en su clima mágico, en donde todo es filtrado por una mirada adormecida bajo el sol de la tarde, que viene junto al viento y nos habla del origen, de la duda, el deseo y los temores en el vagabundeo de estos cuatro errantes, perdidos y míseramente solos en el corazón de la tierra.
Inolvidable y absolutamente poético, “El Sol Para los Pobres” nos involucra en un panorama fuera de lo racional y cotidiano, hecho de amplios paisajes soleados pero también de redes del sinsentido que nos invaden (los “ounayes”), una brecha en lo real, una suerte de Alicia entre cielo y tierra, en un mundo donde ya todo está abandonado y todo está por hacerse. La eternidad mítica bajo el sol primaveral.
Lorenzo Barone
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