Hay películas complejas, difíciles de entender, rebuscadas; y hay películas tramposas. The Box es un film tramposo. Atiborrado de elementos colorinches, disfraces mal hechos, caricaturizaciones de personajes ridículas, el guion naufraga en este mar pedante de cartón barato. Si lo que el director buscaba era que habláramos de su pastiche, pues es lógico que lo lograra. Al terminar la función nos vemos rodeados de seres que desean levantarse de sus butacas tan pronto como pueden. Si esto no es signo de que algo no está bien nada lo es.

Los directores soberbios y prepotentes muchas veces producen obras de notable valor; el problema aparece cuando sus caprichos cinematográficos son simples caprichos, cuando las imágenes y las palabras no se enmarcan en un lenguaje decodificable, cuando todo se vuelve borroso, oscuro y gris para el pobre espectador, a quien no le queda otra que preguntarse qué cuernos quiso de decir el director con las cataratas de insignificancia que presenciamos por horas.

Los actores, olvidables; los efectos especiales, cuestionables; el diseño de arte, de más.

Y el guion, tan pretencioso como el guionista que lo escribió. La única caja –vacía- es la cabeza del director.

Esteban Tubert