Rompecabezas
Fecha de publicación: abril 30, 2010
Comentario
María del Carmen, ama de casa de 50 años, descubre que tiene un don: armar rompecabezas. En el camino de alumbramiento conoce a Roberto, un millonario de 60 años que aspira a participar en el torneo mundial de rompecabezas en Alemania. Juntos logran conformar una pareja imbatible de juego.
María del Carmen (Onetto), cincuentona ama de casa del conurbano bonaerense, vive una típica vida rutinaria alrededor de su esposo (Goity) y sus dos hijos. Un día descubre en el acto de armar rompecabezas una suerte de liberación emocional de la cotidianeidad, y decidirá llevar el nuevo pasatiempo al extremo, hasta el punto de inscribirse en una competencia nacional de puzzles y formar un equipo formidable con su nuevo compañero de juego, el multimillonario Roberto (Goetz).
Debut en la dirección para Natalia Smirnoff, competencia oficial en el Festival de Berlín y mucha expectativa, para un film que no es sólo la historia del escape de la vida monótona y gris, sino también el cruce de azarosos encuentros entre personas y vidas distintas, la interiorización de sentimientos que se ven reflejados en el propio hobby, la obsesión que deriva de la falta y la falta en la obsesión. Al igual que las piezas del puzzle, María del Carmen se siente perdida en una etapa de su vida en que deberá recomponer y redireccionar sus objetivos, en que se siete frustrada, incompleta, al darse cuenta que todo está perdido pero que, a veces, puede no estarlo tanto. A través del personaje, sumamente interesante, se excava en las problemáticas de una edad (tanto masculina y como femenina) que en general se manifiesta como crisis y negación del rito de pasaje hacia la vejez. En este caso, es el momento en que la madre ya ve a sus hijos “salir del nido”, los siente no necesitar más de la protección familiar y pedir a gritos la independencia. Aflora a la luz entonces la soledad, el miedo, el saber que todo se esfuma y que el tiempo es corto: de ahí la necesidad de multiplicarlo, de detenerse, a través de esos rompecabezas que conforman dibujos “especiales” pero al mismo tiempo trágicamente efímeros.
Excelente el manejo de la cámara, que se involucra y estudia de manera desprolija el interior del núcleo familiar, hasta seguir a María Onetto en su deambular urbano para encontrar a Roberto, pero sobre todo para buscar el cambio, la novedad. Esta mujer de zona sur, que entra de repente en un clima “clandestino” y del doble juego, retoma a veces ciertas expresiones faciales y gestuales ya presentes en “La Mujer sin Cabeza” (también interpretado por una Onetto que cuando hace el papel de la autómata da siempre lo mejor de sí), si bien Natalia Smirnoff se aleje drásticamente de la estética y las preocupaciones de Martel.
Es impactante la secuencia inicial del cumpleaños en que María del Carmen está ocupadísima entre compromisos y los únicos que se divierten son los invitados, mientras que nos deja poco conformes el final abrupto y sorpresivo, en el que el film pretende dejar en suspenso reacciones y decisiones, pero que nos lleva más a la decepción que a la intriga.
Al final, como espectadores, el film crea el efecto involuntario de hacernos sentir más apegados al personaje de Gabriel “El Puma” Goity, marido que ama su mujer de verdad, a pesar del machismo no tan arrogante ni demasiado diferente al del promedio de los argentinos, en una familia cuyos dos hijos son el prototipo del comportamiento del jóven de veinte años respecto a una madre poco severa. Y por ende, nunca logramos identificarnos ni entender las pocas decisiones concretas que toma el personaje de María: ni el momento de la infidelidad (la Onetto y Goetz teniendo sexo era una escena evitable y totalmente innecesaria -que las traiciones no pasan sólo por un polvo-), ni la constante monoexpresión de la protagonista.
Film que no termina de llegar al punto que quiere explorar, y que si lo hace, pasa sin darnos cuenta (o habría que volver a preguntarse ¿Cuál es el punto?): el ritmo permanece constante y casi estático, nunca hay un arreglo de cuentas, un quiebre, un momento decisivo que una historia como éstas requiere. Pareciera ser que se filma un estricto guión preestablecido en el que la narración escrita no logra traspasarse del todo a lo narrado fílmico: esto deja un sabor amargo en la boca. Nos queda una obra inconclusa, que es interesante, pero que podría haberlo sido mucho más si no entrara repetidas veces en su propio terreno pantanoso y estancado, de la trama y de la protagonista.
Por último, tampoco está bien logrado el porqué María elige como pasatiempos específicamente el del rompecabezas: de la nada empieza a armar piezas, sólo porque el guión y el título del film así lo indican, y las motivaciones o su profunda relación con el hobby quedan atrozmente en silencio.
Lorenzo Barone
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