Comentario
El mundo sabe que el multimillonario Tony Stark es Iron Man. Sometido a presiones para que comparta su tecnología con el ejército, Tony es reacio a desvelar los secretos de la armadura de Iron Man porque teme que esa información pueda caer en manos indeseables, por ejemplo las del malvado Ivan Vanko…
Finalmente ha llegado a los cines de Buenos Aires la taquillera secuela de la serie “Iron Man”, el superhéroe enmascarado, aquel al que no se le puede negar la remake, que se veía como obligatoria así como inevitable será su tercer parte. Y aparece ya con todo el previsible repertorio de efectos especiales, stars, ruido, explosiones y algún que otro conflicto personal.
Dos años después de la primera, que de por sí no había cumplido con la expectativa de los fans del comic, esta nueva superproducción de Paramount y Marvel vuelve a centrarse en la estructura de ascenso-caída-ascenso del Hombre de Acero, siempre con música delirante y exaltada, siempre encarnado por el carismático pero repetitivo Robert Downey Jr., que vuelve a las muecas de su Sherlock Holmes bravucón, con cierta dosis de impulsividad y fanfarronería, agregada a toques de humor y sutil ironía que viene a completar la omelette de un personaje indudablemente completo y con chapa de superhombre.
Tony Stark aquí ya se declaró públicamente como Iron Man y esta vez deberá lidiar con varios enemigos: el gobierno lo rechaza (USA no es el bien, pero siempre produce héroes que buscan alcanzarlo), él se vuelve una celebridad presuntuosa y arrogante, muchas empresas le tratan de copiar la tecnología para ganar dinero y él comienza a tener problemas de salud, con su sangre infectada por culpa de la armadura. De hecho, gran parte de la trama se basa en la intoxicación de Tony Stark por el paladio, algo novedoso que pone en riesgo su vida desde el reactor en su pecho que activa el traje. Pero el sufrimiento de Anthony por su corazón artificial lo baja a tierra y lo quita de ese rol de ídolo invencible que presuponíamos volver a presenciar.
En un film teóricamente basado en la sobrecarga de efectos y la acción, sorprende que se tarde en llegar a la pelea propiamente dicha, y que la trama se pierda entre diálogos y problemáticas decididamente menores: a nivel rítmico hay una notable caída en el segundo tercio de su construcción narrativa. Entretenida entre pochochos y coca-cola, como no podía ser de otro modo, la película deja como dijimos la acción para el final (Superman, Batman o Spiderman nunca se lo hubieran permitido) y nos involucra en conversaciones públicas e íntimas más bien defectuosas y sin frescura narrativa.
De todos modos, es un film que no se inhibe en mostrar el lado negativo de este héroe discutible: la personalidad de Stark, por ejemplo, es construida en base a su arrogancia, y verlo borracho utilizando la armadura para romper sandías y alegrar a las invitadas (todas modelos estúpidas) en su fiesta de cumpleaños, es una escena riesgosa que considero acertada. Demasiado esquematismo en cambio en el personaje de Mickey Rourke: Ivan Vanko, que suena parecido a Ivan Drago y no esconde triviales y superadas alusiones políticas, es el malvado anti-Stark que ya no tiene dobles ni triples juegos, ni una compleja, brillante y perversa planificación mental, y termina quedándose simplemente en su papel de villano lunático y cruel “porque sí” (o “porque es soviético”, que es otro tema controvertido en el que no ahondaré aquí). Samuel L. Jackson pasa desapercibido en un rol que no dice nada y que de todos modos no requería el big name de turno; Gwyneth Paltrow (Potts) no termina de definir su relación sentimental de amor/odio con Stark y su personaje de mujer en carrera termina haciendo agua. Por último, Scarlett Johansson, con su belleza danesa ahora morocha y fría como una máquina de matar, está convocada sólo para primeros planos seductores y secuencias de pelea frenética cuerpo a cuerpo que obviamente no realiza ella. Los personajes están fuera de lugar, esquemáticos y preconfeccionados, y los actores hacen lo que pueden en base a un guión que no favorece ciertamente cualquier aporte ulterior que puedan brindar.
La tira cómica de “Iron Man”, creada por Stan Lee –cameo suyo al comienzo del film- y Don Heck en 1962, ya se involucraba en una época de guerra fría y miedos latentes, pero esto no justifica que aún se deba seguir utilizando la misma temática, más si el film ya dejó de basarse al pie de la letra en lo puntual del comic. Es interesante, sin embargo, poder hacer una lectura en clave contemporánea sobre el conflicto actual acerca del nuclear en Irán (para nosotros y la generación de los “hijos de la bomba”), así como del tema de la razón humana que piensa la tecnología pero que enseguida pasa a ser sierva de su propia creación.
Queda al final un film para quiénes buscan un cine de puro entretenimiento sin participación activa en el asunto, y hasta sólo con esto frunciríamos la ceja. Espectaculares las escenas de lucha entre máquinas de metal; mejor no hablar del beso final, previsible y llevado de los pelos, entre Tony y Potts. La Hollywood que nunca aprende.
Lorenzo Barone
JOAQUIN dice:
Hola ¿donde la puedo ir a ver?
LORENZO dice:
En cualquier cine multisala la estàn pasando. Si sos de Bs As: Village Caballito, Belgrano Multiplex, Hoyts, Showcenters, Alto Palermo, etc!
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